Puede que sobre la superficie del continente blanco las especies de animales a la vista sean más bien escasas, pero en la profundidad de sus aguas la biodiversidad es extremadamente rica. El biólogo e investigador del CONICET, Cristian Lagger, compartió los detalles de sus estudios tras quince años de exploración submarina.

Por Amira López Giménez

Hace más de quince años que Cristian Lagger combina su doctorado en Ciencias Biológicas con el buceo profesional. Puede sumergirse en las aguas heladas de Antártida, aguas que no superan el grado de temperatura, con la intención de explorar la biodiversidad marina, sus especies y la conservación de los océanos.

Su vida transcurre en una combinación de coordenadas geográficas dispares, entre Antártida y Mendiolaza, provincia de Córdoba. Las fotografías y los registros audiovisuales lo llevaron a desenvolverse como investigador del CONICET y de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), y también como Explorador Oficial de National Geographic.

“La inmensidad fue impactante”, confiesa como su primera impresión al divisar Antártida en el horizonte. “Es un continente increíblemente hermoso que lleva a conectarte con la naturaleza. Un día en Antártida tiene muchos desafíos, en especial con el clima por el tema de las embarcaciones y el viento que cambia continuamente”, delata Lagger sobre este rincón del planeta tan hostil al ser humano.

Investigar para combatir el cambio climático

La Península Antártica es una de las áreas del planeta donde el calentamiento global ha mostrado su mayor rapidez y magnitud. El incremento de la temperatura en los últimos 60 años superó los 2,5ºC, mientras que el aumento medio en el planeta fue de 0,6ºC. 

“Ese aumento de la temperatura se evidencia en el aire y el agua, e impacta de diferentes maneras a las comunidades que viven en el fondo del mar”, indicó Lagger que año tras año registra el impacto de este proceso.

Para hacer los estudios, Lagger y los integrantes del laboratorio de Ecosistemas Marinos y Polares del Instituto de Diversidad y Ecología Animal (IDEA, CONICET/UNC), se valen de fotografías y videos submarinos. Así, descubrieron organismos bentónicos, especies que habitan en las heladas profundidades del mar antártico.

Foto gentileza de Cristian Lagger.

Por el momento, la expedición se realiza en el fiordo Caleta Potter, una de las regiones más estudiadas por un puñado de científicos que está ubicada sobre el extremo meridional de la Isla Shetlands del Sur.

Particularmente, este fiordo está rodeado por el Glaciar Fourcade que hace dos décadas se encuentra en retracción constante. A su paso, derrama sedimentos al agua lo que modifica el sistema marino de manera irreversible, al igual que el 90% de los glaciares muestreados en Antártida.

La vida en el frío extremo

“Es muy fácil ver cerca de los glaciares arroyos de agua y barro que descargan sedimento en la columna de agua. Las fotos satelitales o con drones muestran que las aguas cercanas al glaciar son más marrones y en algún momento, todo ese sedimento decanta al fondo del mar” explica Lagger.

Según el investigador, este movimiento de los glaciares afecta a los organismos que filtran el agua para obtener su alimento, como las ascidias y las esponjas. Al haber más sedimentos en el agua, el gasto energético para separar el alimento del sedimento es mayor, e incluso, algunos de estos filtros pueden ‘taparse’ y colapsar.

En estas aguas el trabajo de buzo se limita a un máximo de tres inmersiones diarias de media hora cada una, según detalla Lagger.

“Es inevitable, el frío te saca del agua. A pesar de los trajes de buceo, el frío llega a las manos, a los pies, a la cabeza”, sostiene Lagger.

Paulatinamente, estas poblaciones disminuyen. A su vez, los papers publicados por este grupo científico revelan otras especies de ascidias, ocultas a 3000 y 5000 metros de profundidad. “Al ser una parte del planeta poco explorada, en cada expedición hay altas probabilidades de encontrar nuevas especies”, afirma.  

Culeolus anonymus. Fotografía de estudio de Lagger, Maggioni, Rimondino, Taverna, Reyna, Alurralde, Calcagno, Tatián.
Asajirus indicus. Fotografía de estudio de Lagger, Maggioni, Rimondino, Taverna, Reyna, Alurralde, Calcagno, Tatián.

Asimismo, cuando el glaciar retrocede deja a la vista superficies rocosas que son colonizadas por diferentes especies. “En Antártida se conoce muy poco de colonización y sucesión de especies. Además, la logística no es fácil para mantener experimentos en campo a lo largo del tiempo. Es nuestro interés como grupo conocer qué especies se encuentran en ella.”

Corynascidia suhmi. Fotografía de estudio de Lagger, Maggioni, Rimondino, Taverna, Reyna, Alurralde, Calcagno, Tatián.

En Antártida, el cambio no solo es climático

Lagger invitó a tomar una real dimensión del impacto del cambio climático. Para algunos, el calentamiento global es inevitable y la mejor respuesta es no hacer nada. Pero, este proceso se puede mitigar mediante la conservación y protección de los ecosistemas.

Foto gentileza de Cristian Lagger.

“Cuando un glaciar retrocede no solo se está perdiendo un paisaje bonito”, advierte el investigador y agrega: “Este retroceso tiene muchas consecuencias sobre la vida. En la naturaleza, los procesos son multifactoriales, y lamentablemente todavía desconocemos la mayoría de las consecuencias que el cambio climático tendrá sobre los ecosistemas polares.”

“Más allá de que me encanta hacer ciencia, hay una necesidad real de comunicar para que la gente empatice, sobre todo con el mar argentino, para que lo haga propio. Además, el conocimiento que generamos no debe quedarse solo en el ámbito académico, todo lo contrario, hay que mostrarlo, hay que emocionar a la gente, que sienta que cada uno puede desde su lugar hacer un mundo mejor, un mar protegido”.