En el Día Mundial de la Poesía una evocación a la poeta argentina, y al “Poema de Gilgamesh”, el primer poema escrito.

Por Benita Cuellar

“Mata su luz un fuego abandonado. /Sube su canto un pájaro enamorado. /Tantas criaturas ávidas en mi silencio y esta pequeña lluvia que me acompaña”, escribía, en el poema “Despedida”, Alejandra Pizarnik, una de las poetas argentinas más importantes de Argentina y América Latina.   

Ella como tantos otros y otras poetas embellecen este mundo de palabras surgidas desde lo más profundo del ser humano.

En el Día Mundial de la Poesía, que proclamó la Unesco en 1999, recordar y leer a Pizarnik es hacer volar sus versos al viento.

Nació como Flora Alejandra Pizarnik el 29 de abril de 1936 en el hospital Fiorito de Avellaneda, Buenos Aires, Argentina. Sus padres, Elías Pozharnik y Rezla Bromiker, emigraron de Rovna, ciudad rusa- polaca, vivieron en París y luego en Argentina.  

Foto: gentileza Lucrecia Plat.

En su obra influyó la poesía de Antonio Porchia. Publicó La última inocencia (1956) dedicado a León Ostrov. Gracias a él fue posible la expresión del inconsciente y del surrealismo de Alejandra. Ella manifestaba que no era paciente, sino amiga.

Luego, Las aventuras perdidas (1958) dedicado a su compañero del grupo literario Poesía Buenos Aires, Rubén Vela; Árbol de diana en 1962 con prólogo de Octavio Paz.

En 1960 viajó a Paris, y se quedó estudiando hasta 1964.Allí conoció a poetas e intelectuales, como Simone de Beauvoir y Marguerite Duras. Trabajó para la revista “Cuadernos” y varias editoriales francesas.

Se hizo amiga de Ivonne Bordelois, quien trabajó en Revista Sur. Alejandra vivía cerca de la Universidad de La Sorbona arriba de un restaurante chino. Sólo hablaba de literatura. Consiguió trabajo de correctora para mantenerse más tiempo en la ciudad. 

Bordelois, autora de Correspondencia Pizarnik, afirmó sobre la poeta: “su poesía y su existencia atestiguan permanentemente el sentimiento de la inadecuación del lenguaje para expresar al mundo y la inadecuación del mundo con respecto a nuestros deseos más profundos”.

Foto: gentileza Lucrecia Plat.

La poeta maldita

Pizarnik es preferida por adolescentes y jóvenes “porque escribe desde los huesos”, dijo Bordelois.

El 25 de julio de 1965, la poeta escribió: “En el fondo yo odio la poesía. Es para mí una condena a la abstracción. Y además me recuerda esa condena. Y además me recuerda que no puedo ‘hincar el diente’ en lo concreto. Si pudiera hacer orden en mis papeles algo se salvaría. Y en mis lecturas y en mis miserables escritos”. (Diarios 1960-1968)

Pizarnik tenía una gran cantidad de medicamentos debido a sus altibajos anímicos. Regresó a Buenos Aires y publicó Los trabajos y las noches en 1965. Al año siguiente recibió el Primer Premio Municipal de Poesía por dicha obra.

En 1968 obtuvo la Beca Guggenheim y viajó a Nueva York. Además, publicó Extracción de la piedra de locura. Aún deprimida, al año siguiente decidió volver a París. Finaliza el texto teatral Los poseídos entre lilas.

Dibujo de Alejandra Pizarnik. Foto: gentileza Instituto Cervantes.

Inició una terapia diseñada por el psiquiatra Pichon-Riviére, que supuso una mejora temporal en su situación. En 1969, publicó Nombres y figuras, reversionó la novela La condesa sangrienta (1971). Ese mismo año publicó también el poemario El infierno musical y ganó la beca Fullbright.

En 1970 escribió en clave humorística La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa. Estuvo internada varios meses en el Hospital Pirovano, donde tuvo intentos de suicidio.

Murió en su departamento de la calle Montevideo el 25 de septiembre de 1972 luego de ingerir cincuenta pastillas de secobarbital. Fue velada al día siguiente en la Sociedad Argentina de Escritores.

El poema más antiguo

El primer poema escrito fue el “Poema de Gilgamesh”, considerado el registro más antiguo de origen sumerio y que fue encontrado en tablillas de arcilla.

Se trata de un hermoso poema que cuenta las emocionantes aventuras del rey Gilgamesh con seres mortales, gigantes, semidioses y dioses.

Hace casi cinco mil años, un hombre gobernó Uruk: Gilgamesh. Pronto entró en la leyenda, convertido en protagonista de la primera epopeya de la historia, un dramático relato sobre la búsqueda de la inmortalidad.

“Aquel que todo lo ha visto, que ha experimentado todas las emociones, del júbilo a la desesperación, ha recibido la merced de ver dentro del gran misterio, de los lugares secretos, de los días primeros antes del Diluvio. Ha viajado a los confines del mundo y ha regresado, exhausto pero entero. Ha grabado sus hazañas en estelas de piedra, ha vuelto a erigir el sagrado templo de Eanna y las gruesas murallas de Uruk, ciudad con la que ninguna otra puede compararse”.

Foto: British Museum. © Wikimedia Commons / CC-BY-SA-4.0 / Mike Peel

El escriba Sin-leqi-unnini (“Dios Sin, acepta mi plegaria”) trazó estas palabras en lengua acadia sobre una tablilla de barro fresco quizá en el 1.400 A.C. Sin-leqi-unnini evoca las portentosas murallas de la ciudad y, escribe: “Mira cómo sus baluartes brillan como cobre al sol. Busca su piedra angular y, debajo de ella, el cofre de cobre que indica su nombre. Ábrelo. Levanta su tapa. Saca de él la tablilla de lapislázuli. Lee cómo Gilgamesh todo lo sufrió y todo lo superó”.

Sin-leqi-unnini no es el creador de la obra, aunque su mano le da forma definitiva. El relato que pone por escrito se hunde en la noche de los tiempos, más de mil años atrás. Hace aproximadamente unos seis milenios, en lo que hoy es Irak, se extendía la fértil llanura mesopotámica, atravesada por los ríos Éufrates y Tigris. En el sur de esa llanura, en el país de Sumer, se levantaba la imponente Uruk (la actual Warka), cuna de su todopoderoso rey Gilgamesh.

Foto: gentileza National Geographic.

Por sus hechos y su fama, este personaje pasó muy pronto a la categoría de mito, convertido en protagonista de un ciclo de poemas sumerios que cristalizaron en la magna composición que lleva su nombre.

Sin-leqi-unnini organizó el Poema en once cantos o tablillas. A lo largo de las tablillas del Poema se perfila a Gilgamesh como un héroe mítico, de 5,60 metros de altura -el doble que el bíblico gigante Goliat-, compuesto en sus dos terceras partes de esencia divina, puesto que era hijo de Lugalbanda y de la diosa Ninsun, y que habla y se mueve entre los dioses como uno más de ellos.

(Fuentes: cultura.gob.ar y National Geographic)