Es una marca registrada del rock nacional argentino. Junto a músicos emblemas de la Argentina supo crear el sonido característico de muchos de los discos más importantes de los últimos 40 años.

Por Gustavo Trombetta

El verano le dio paso al otoño que pinta de ocres las hojas de los árboles. La tarde es un remanso sabio para que los pájaros realicen una muestra de sus gorjeos.

-Llegá por la ruta hasta Agua de Oro, y antes de cruzar el puente, doblá, y seguí el cauce del río que vas a llegar a donde vivo.

Con esa referencia y sin GPS se puede encontrar una casa sencilla pero rodeada de una abundante vegetación.

En el patio, al fondo, el río Chavascate ronronea entre las piedras de esta localidad de Sierras Chicas, Córdoba, Argentina. Y ahí está el “Oso húngaro” como le decía “El Flaco” Spinetta (su nombre real era Luis Alberto). La barba y el pelo blanco, los ojos claros, los anteojos grandes y una actitud de hombre bonachón como si hubiera vivido toda la vida en ese lugar.

Mario Breuer en su casa de Agua de Oro.

Mario Breuer nació en Buenos Aires hace seis décadas y media. Sus padres llegaron de Hungría atraídos por una empresa relacionada con el incipiente ferrocarril en la Argentina. Ingeniero en sonido y productor musical incursionó en todos los géneros, pero sobre todo en el rock argentino.

Con esas manos medianas, con un par de anillos en sus dedos, manejó las grabadoras de cinta abierta de un solo canal que parecían una heladera en los años 60’, y ahora con el mouse y el teclado maneja los procesadores digitales.

Sobre la mesa, las manos de Mario, y su libro “Rec & Roll”.

Cuando habla todo el ambiente se llena de música. Por sus oídos han pasado las guitarras de Pappo (Norberto Aníbal Napolitano), David Lebón, Skay Beilinson, las voces del Indio Solari (Carlos Alberto), Miguel Abuelo, Charly García, “El Flaco” Spinetta, Piero, Andrés Calamaro, Gustavo Ceratti y la lista es interminable.

“Soy ese hombre de más de 60 que utiliza todo lo moderno, pero tengo ese criterio y ese concepto del cual la música no puede deshacerse que es el sonido de los setenta, los ochenta, y algo de los noventa”, expresa Breuer.

Mas allá de que su tarea como ingeniero de sonido y masterización de discos lo centró en el rock también rozó el folklore con Manolo Juárez, Carlos Carabajal, entre otros. Y el tango con Mariano Mores: “Una emoción haber trabajado con él, un tipo muy avanzado en la tecnología, ¡al gran quincho argentino, salud!”

Mario y Charly García en estudio. Foto: gentileza Mario Breuer.

Siempre tiene una historia para ilustrar lo que está contando y su forma de expresarse lo transforma en un verdadero standupero: maneja las cadencias y los volúmenes de sus voz para adornar el discurso.

“Miguel Abuelo era un tipo muy cabrón y se agarraba a trompadas con cualquiera”, a la vez dice que era un músico de avanzada y que tenía muy claro el sonido que quería para sus discos.

A su vez, revela que su hermano de la vida, y así lo refleja en el libro “Rec y Roll”, es Andrés Calamaro: “Con él tuvimos un sueño de joven y lo cumplimos a todo antes de los previsto”.

Mario y Andrés Calamaro. Foto: gentileza Mario Breuer.

Y reconoce que todo surgió en una noche donde consumieron acido, se refiere a la droga y al alcohol sin ataduras porque señala que “está presente en el arte ya que interviene en la imaginación, la creatividad y que no solo es de los rockeros”.

En cada palabra transmite seguridad y pasión. Las anécdotas le brotan como notas musicales y las cuenta como pequeñas historias.

“El Flaco Spinetta fue el musico más generoso conmigo. Y aclaro que no era por la plata sino porque me pedía que opinara de sus obras de arte. Además, preparaba las mejores comidas, los mates más perfectos y los porros más pegadores”, destaca. Y por todo eso lo coloca en otra categoría.

Asimismo, afirma que “de las peores desgracias de la tierra también surgen cosas buenas por eso en 1982 al prohibirse las canciones anglosajonas surge el rock nacional emergente con los rosarinos de la trova a la cabeza”.  Y aclara: “ellos se mataban ensayando porque sabían que para copar la Capital Federal lo debían hacer con calidad y profesionalismo”.

Cerati, Bosio, Johansen mezclando el albúm de Soda Sterero, Ruido Blanco. Foto tomada por Mario Breuer.

En la canción “Ángeles y predicadores” de 1991, la letra dice: “Un ángel cuida tu guarida, tu canción”, quizás Charly García se inspiró en Breuer porque ambos fueron los encargados de mostrar su proyecto. “En una noche de comida japonesa y entre sake y sake le contamos la idea de Tango 4 a Pedro Aznar”, rememora.

Pero retrocede en el tiempo algunos años y recuerda a Serú Giran: “Era un combinado de músicos impecables porque cada uno ocupaba espacios fundamentales, Lebón, el guitarrista con canciones lindas, Charly el sinfónico, Oscar Moro acompañando musicalmente a todos, y Pedro Aznar, el cable a tierra”.

Con una diplomacia de alto nivel se refiere a la banda de Patricio Rey, a los momentos más complicados de la relación entre el Indio Solari y Skay Beilinson. “Con Skay tenía una empatía más musical y con el indio más filosófica pero nunca tuve problemas con ellos para trabajar”, admite.

En la grabación de uno de los discos de Los Redondos. Foto: gentileza Mario Breuer.

Sobre el tema musical que escucha y con el que debe trabajar dice que es el propio tema que “me va pidiendo cosas”, y en varios se escucha el río que pasa por su patio. “Si tiene sed les tengo que dar agua”, suelta.  Y en tono de broma aclara: “El río Chavascate deja su nombre por río Breuer cuando pasa por mi casa, pero no es mío es para todo público”.

Su trabajo se divide entre Agua de Oro, Córdoba y Buenos Aires. Y ahora espera cumplir otro nuevo objetivo: grabar canciones que lo han emocionado. “El algunas grabaré yo, pero tengo tres guitarristas extraordinarios. En otras necesito de una orquesta sinfónica y estará la de Villa María”.

El productor de sonidos nunca decae en su monologo contando historias en las grabaciones o en las producciones del rock nacional. Con el artista que se ocurra tiene algo para contar. Son charlas que valen la pena que sean interminables.

Mario con Gustavo charlando Con Texto.

La tarde decae y al sol le cuesta traspasar con su sello entre las hojas de los siempre verdes. Breuer convida café y muestra su reducto donde la imaginación musical parece inacabable.

Todas las paredes están cubiertas de discos de vinilo y de libros de artes. Esa imagen final de él sentado frente a su computadora mirando procesadores digitales transporta a las fotos de sus comienzos cuando soñaba trabajar con los mejores.

Lo logró, pero todavía sueña con los jóvenes músicos emergentes a los que les pone su impronta o su denominada “huella sonora”.

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