Con un bioplástico capaz de degradarse en un período máximo de diez años, el biólogo e inventor Alekséi Vetlúguin, obtuvo el primer premio en el concurso “Líderes de Rusia”.

Por Amira López Giménez

Imagen de portada gentileza Líderes de Rusia.


El primer plástico conocido fue completamente sintético. Se trataba de la baquelita, creada a partir del fenol y el formaldehído por el químico belga y estadounidense, Hendrik Baekeland en 1910. Pero mucho antes de Baekeland, Jhon Hyatt había descubierto el papel fundamental del alcanflor en el plástico y lo bautizó como celuloide.

Los primeros usos del plástico datan de los años previos a la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, ese mismo plástico aún no fue degradado por completo, sus restos bien pueden encontrarse en algún rincón del planeta. Incluso el polietileno del alemán Karl Zuegler, o su gemelo, el polipropileno del italiano Guilio Natta, pueden tardar cientos de años en descomponerse. Mientras tanto agregan microplásticos al aire, agua, animales y personas.

En reducidas cuentas, la mayor parte de los 8300 millones de toneladas producidas desde los inicios de la década de 1950 todavía existe. El estudio más completo indica que solo el 12% se incineró, mientras un pequeña porción, el 9%, se recicló. No hay muchas inclinaciones hacia el reciclado y hay demasiado plástico.

Una de las respuestas que permiten un avance en el uso de este material popular viene del reciente concurso científico en Rusia, conocido como Líderes.

Plástico, pero no tanto

Con un bioplástico capaz de degradarse en un período máximo de diez años, el biólogo Alekséi Vetlúguin, indica que su invento se basa en el polietileno de Karl Zuegler. Pero, a este le añade un concentrado de microcelulosa combinado con cascarillas de trigo sarraceno y arroz.

“Se basa en brotes de plantas”, sostienen desde el concurso y agregan: “dicho material se descompondrá de forma natural después de su uso, es decir, no será necesario reciclarlo”, desafían. De hecho, el reciclaje y a pesar de su noble objetivo, es una estrategia poco implementada en las economías empresariales.

En este sentido, Vetlúguin indica que en 70 años la humanidad ha producido más de 8000 millones de plásticos que tardan una media de 400 años en descomponerse . “Todo el plástico que ya está disperso por la Tierra, debe recolectarse y reciclarse”, indica a medios científicos.

Vetlúguin considera un desafío crear un bioplástico semejante. Como biólogo, combinó el potencial de las semillas y derivados naturales con creaciones humanas. “Por ejemplo, un tacho hecho con nuestro bioplástico en 7-10 años se convertirá automáticamente en una biomasa, inofensiva para al ambiente”.

Para lograr el bioplástico, uno de los primeros con esta característica de descomposición, participaron diez especialistas en biología, química y tecnología industrial. Necesitaron más de un año de prueba y error hasta obtener la fórmula correcta.

Lo curioso de este invento es que a diferencia de otros productos semejantes, mantiene sus características. De hecho era uno de los principales desafíos en intentos anteriores como NEC (2004), que desarrolló el plástico vegetal sin químicos. O Fujitsu (2005), que introdujo bioplásticos en la fabricación de ordenadores portátiles. En ambos casos, la principal barrera fue superar la propiedades mecánicas y ópticas, ya que no podían competir con plásticos convencionales.

Para Vetlúguin y su equipo -fue fundamental prever que luego de incluir el concentrado vegetal el bioplástico mantuviera sus características técnicas- indican y señalan que “el período de su descomposición natural puede reducirse aún más”, pero lo consideraron poco práctico.