De principio a fin, la era digital deja huellas y heridas en la superficie. En América del Sur se extrae litio para fabricar dispositvos móviles. En África se llevan los desechos y aunque en ambos casos el mercado es un potencial, el costo es la vida.

Por Amira López Giménez


Una mirada aérea del norte chileno en San Pedro de Atacama, devuelve colores turquesas, amarillos, esmeraldas, azul marino y jade en rectángulos perfectamente alineados. Tom Hegen, un fotógrafo aéreo alemán, retrata las heridas de la tierra sobre la superficie.

Aquí, en América del Sur, una cuarta parte de los suministros para los dispositivos contemporáneos se esparcen por kilómetros. Pero el costo de la comodidad y de la conectividad es elevado.

Esa red global de internet, los kilómetros de fibra óptica, las marañas de cables y las pantallas que ocupan nuestro día a día, se construyen utilizando recursos que tardaron millones de años en formarse solo para satisfacer una fracción de segundo de nuestro tiempo humano. O así indican desde la ciencia de la geología. El remate: los dispositivos son pensados para que duren dos o tres años promedio.

Litio, el oro moderno

El Triángulo de Litio, un enclave geográfico que abarca Bolivia, Argentina y Chile, contiene el 50% de los recursos mundiales del material más esencial de la fabricación de tecnologías. El litio, esa fuente de energía tan solicitada, determina la existencia de nuestra era digital.

Piscinas de litio por Tom Hegel.

Los dispositivos móviles expuestos en vidrieras comerciales solo esconden la extracción voraz del agua. La obtención de litio ha consumido el 65% del recurso hídrico en la región, un grave impacto al consumo básico humano y a la agricultura regional, que se traduce en 21 millones de litros de agua diarios.

El agua escasea y cotiza en bolsa, y la sequía aumenta, la humedad se evapora del suelo y de la vegetación, y hace más calor y la amenaza se extiende a la existencia de diversas especies. Ese es el costo de conseguir el litio tan preciado por las fábricas y una clave del siglo XXI.

Al fin de cuentas no solo es la extracción del litio y sus efectos. El escenario de la nueva era digital también requiere recursos que tardaron millones de años en formarse.

Serie Litio de Tom Hegel.

El agua subterránea rica en litio se encuentra a unos 100 metros de profundidad y es bombeada hasta llegar a las piscinas retratadas por Tom Hegen. Luego el sol se encarga de evaporar el agua y concentrar el material.

“Durante más de un año, la salmuera color turquesa se bombea de estanque en estanque hasta que la concentración de litio en el agua alcanza un nivel del 6% y un tono amarillo intenso”, dice el geólogo Federico Kukso para Qi Argentina.

Desde mediados el siglo XX hasta este tiempo, los materiales tomados de la naturaleza han aumentado exponencialmente. Pasamos de la madera a un chip que precisa 60 elementos diferentes de la tabla periódica.

El silicio para los transistores, aluminio, potasio y oxígeno forman el vidrio de las pantallas, un 0,03% de oro para los cables conductores, estaño para soldar. Itrio, terbio,europio y gadolimio, las tierras raras que China extrae de su territorio. Todos se encuentran en las pantallas de bolsillo para que los dispositivos vibren y emitan sonidos. Por esto, para la geología, la era digital es millones de años a cambio de una fracción de segundos.

No es fácil, la demanda actual de litio es tan voraz como su extracción. Desde Europa, China y Estados Unidos, principales regiones emisoras del dióxido de carbono responsable de la aceleración del cambio climático, también son los precursores de este “ecocidio”. Aunque la energía eléctrica sea promovida como alternativa en la “energía verde”, no les tiembla el pulso al elegir estas regiones del planeta para obtener lo que desean y otras, para desechar lo que ya no desean.

Según un informe de la ONU, el 97% de los desechos electrónicos de América Latina se manejan de manera inadecuada. Entre 2010 y 2019, la basura electrónica generada por 206 millones de ciudadanos en 13 países latinoamericanos aumentó un 49%. Solo el 3% se recolectó y gestionó de manera segura.

Qi Argentina

Millones de años convertidos en basura

Entre los estudios mas generalistas no existe un número preciso, pero la basura electrónica (también conocida como e-waste), genera entre 40 y 50 millones de toneladas al año, según los informes del Fondo Económico Mundial. La heladera que quedó vieja, el televisor renovado hace no más de diez años, o el celular renovado hace dos o tres años, se encuentran ahí, entre montañas de chatarras de aires acondicionados, lámparas, tostadoras, licuadoras, ahí están.

Solo una pequeña parte de esta basura, el 15,5% segú

se recicla en términos eficaces y seguros. Y claro está que ese reciclaje no se hace en los países que más consumen, sino en los mal llamados “países en desarrollo”.

En Ghana, por ejemplo, principal centro de recepción de chatarra electrónica, existe un mercado de segunda mano y en plena expansión. Esta red consiste en tiendas de reparación y una serie de actividades para sacar provecho de los materiales reciclables. De hecho, en esta región la gran mayoría de estudiantes, comercios y empresas, manejan su tecnología con lo obtenido durante el reciclaje.

Los mercados atiborrados de cables se extienden por kilómetros por las calles de la ciudad de Accra, en particular uno de sus barrios conocido como Agbogbloshie. La Convención de Basilea, que prohíbe expresamente el transporte de residuos peligrosos entre países, y esto incluye a los aparatos eléctrónicos, no existe, ni se ve, ni se proclama.

Eso que es basura para Europa y Estados Unidos, vuelve a circular con una segunda vida en África, ya sea porque sigue funcionando o por los recursos aún valiosos que contiene. Y esto es gracias al transporte internacional ilegal.

Pero Ghana lidera este comercio junto a Nigeria. Allí los desechos promediados en unas 41.500 toneladas, son importados en automóviles de segunda mano. Es un método más “económico” para los transportistas ya que los autos están destinados para la venta, pero tienen mucho espacio vacío en sus interiores.

Las dos caras de la moneda

Según un estudio de la ONU la mayor parte de la basura electrónica proviene de puertos europeos, y un 20% es producido por Alemania y Reino Unido. En Ghana, a lesar de su potencial mercado, también se encuentra uno de los vertederos más contaminados.

En una publicación científica reciente, varios investigadores de la Universidad de Ghana declaran: “La gestión de la chatarra electrónica que se ajusta por completo a las leyes ambientales de los países desarrollados aumenta los costes, con lo que los procesos más contaminantes suelen trasladarse a los países en vías de desarrollo, que carecen de dichas leyes”. 

Ghana, gentileza de International Growth Center.

Las publicaciones científicas lo vuelven a corroborar: los metales pesados derivados de los desechos electrónicos contaminan el aire por la quema, el suelo y el agua por líquidos lixiviados, y llega a la sangre de sus habitantes, a la orina y a la leche materna, donde se han detectado cantidades importantes de plomo, aluminio y cobre.

Del otro lado de esta peligrosa moneda se encuentran los desechos como potencial mercantil. Por ejemplo, para Osseo-Asare, cofundador de AMP (Plataforma del Mercado de Agbogbloshie, por sus siglas en inglés), esta ciudad de basura electrónica es una enorme fábrica al aire libre.

“Cualquiera puede coger materiales desechados y darles una nueva vida”, dice. AMP como organización aboga por una vida sostenible y amigable con el ambiente que debe ser contenida e incentivada por el gobierno local. Según otro informe de la Universidad de Naciones Unidas, el tesoro oculto de estas minas de oro tóxicas consisten en 48.000 millones de euros en plástico y metales y otras 300 toneladas de oro. Todo extraído minuciosamente por niños, niñas, mujeres y familias.