Massimo Vignati perpetuó el paso de Maradona por Nápoles. Armó el museo “Saverio Silvio Vignati”, con la historia y los objetos del futbolista argentino mas querido por los napolitanos. ConTexto visitó el lugar.

Por Gustavo Trombetta, enviado especial a Nápoles

En Nápoles se respira futbol. En Nápoles se respira Maradona. El cariño por Diego Armando Maradona se demuestra a cada paso, en los taxis, en los bares, en la peatonal, siempre hay una referencia al diez.

Es que en los siete años que vivió y jugó para el club Napoli, Maradona cambió para siempre la vida de los napolitanos.

Ganó dos scudettos (títulos de liga), una Copa Italia, una Supercopa y también la copa UEFA de la Liga Europea.

Hoy, la devoción por Maradona está por encima de San Genaro, el patrono de la ciudad.

Mural de ingreso al Museo de Maradona “Saverio Silvio Vignati”. Foto: Gustavo Trombetta.

El museo

Llegar al Museo de Maradona “Saverio Silvio Vignati” no es tan fácil. Está ubicado en un sencillo complejo de departamentos en el barrio Secondigliano, y para arribar hasta allí hay que tomar dos colectivos desde el centro de la ciudad.

Ahí viven los hijos de quien fuera el utilero e intendente del Estadio San Paolo (hoy estadio Diego Armando Maradona) por 35 años: Saverio Silvio Vignati, amigo de Maradona.

Massimo es uno de los hijos de Saverio, y fue quién continuo con la pasión de su padre por Diego y colecciona todo lo referente, y lo que le perteneció al diez.

Un paseo por el museo y la charla con Massimo Vignati. Autor: Gustavo Trombetta.

Un altar para Santo Diego

El templo dedicado a Maradona está en un sótano en una habitación de cinco por cuatro metros. Al ingresar, el asombro es grande y los ojos se salen de la órbita por ver todo lo que alberga. Es incalculable.

Massimo se transforma al hablar del excapitán de la Selección Argentina de Fútbol: es que era muy amigo del jugador ya que su madre era la cocinera de la familia de Diego y Claudia, y su hermana, la niñera de Dalma y Giannina. Su familia se convirtió en la familia de Maradona.

Massimo indica la foto donde se ve a su familia con Diego. Foto: Gustavo Trombetta.

Luego señala las pertenencias que atesora en ese cuarto: camisetas de todos los equipos en los que jugó Maradona, botines, banderines, fotos, recortes de diarios y hasta una copia del primer contrato con el Napoli. “Este diván blanco (sillón) estaba en la casa de Diego”, dice a ConTexto.

Y asegura: “Acá no hay un objeto que valga más que otro. Todos tienen un valor afectivo muy importante”.

Mural al ingreso del museo. Foto: Gustavo Trombetta.

Historias añoradas

Las paredes están recubiertas de fotografías, en una su padre sonríe y se abraza con jugadores, y hasta con el exárbitro italiano Pierluigi Collina.  “Este es (Roberto Carlos) ‘Pampa’ Sosa que volvió a la ciudad hace poco y nos visitó”, señala.

Sosa fue el último jugador que usó la camiseta 10 del Napoli, después el club decidió retirarla en homenaje al gran ídolo de los napolitanos.

Cada camiseta tiene su historia, así como cada pelota que reposa en el museo. De las paredes cuelgan unas raquetas con las que jugaron Diego y Gabriela Sabattini.

Las paredes adornadas de fotos y las raquetas con las que jugaron Diego y Gabriela Sabattini. Foto: Gustavo Trombetta.

Más allá, una bandera refleja la frase en inglés: “I love Diego 10”; y otra en italiano: “la storia continua” con el logo del Napoli y un dibujo del Diego que recorre los estadios de Italia.

Por debajo, una bandera argentina tapa las perchas que sostienen camisetas que usó Diego, de equipos completos, de diferentes épocas, sponsors y clubes. 

Las camisetas del museo. Foto: Gustavo Trombetta.

Mientras explica las historias de cada uno de los objetos, Massimo dice que Maradona fue como su hermano, y para perpetuar ese amor llamó Diego a su hijo.  

Al instante, muestra unas pinturas, las cintas de capitán, banderines con los colores del Nápoli y el nombre grabado del argentino nacido en Villa Fiorito, Buenos Aires.

Los botines del capitán

Los botines que usó Maradona en el Mundial 86′. Foto: Gustavo Trombetta.

La emoción se hace notar y aparece a cada momento, pero hay uno que es especial: cuando los ojos de un argentino se encuentran con los botines que el excapitán usó en el Mundial de Fútbol en 1986 y consagró a Argentina campeona mundial.  

El napolitano quiere dar a conocer todo lo relacionado a Diego, y por eso acompaña y se solidariza con los niños y niñas del Hospital Infantil de la ciudad a quienes les cuenta sus historias.

Gustavo, el botín y Massimo.

Massimo sostiene en sus manos una estampita que dice: “Santo Diego”, y al instante lanza: “Maradona no ha muerto. Maradona vive en el pueblo de Nápoles y en el pueblo argentino”.

Afuera, la ciudad sigue su cotidianeidad. Nápoles parece más a una ciudad argentina que europea, pero Nápoles es Maradona.

Diego adorado como un santo.

Contacto: @massimo_vignati