Isla de los Estados, Isla del Diablo, o de los Sueños e incluso, Tierra de la abundancia, la Reserva Natural del Fin del Mundo emerge rodeada por una bruma fantasmal, aunque su interior rebosa de vida. En el último vestigio de la Cordillera de los Andes existe un tesoro natural oculto.

Por Amira López Giménez


La Isla de los Estados sedujo al mismo Julio Verne, quien inspirado escribió “El faro del fin del mundo”. Pero también fue conocida como Isla de los Sueños, Isla del Diablo, y Tierra de la Abundancia, según quien la mire.

Nadie ha nacido en este confín del mundo. Sin embargo, varios aventureros intentaron llegar y sus cuerpos sin vida se acumulan en el fondo de sus aguas desde hace más de dos siglos. Así, pocos resisten la soledad de la isla o pueden alcanzarla.

Por las condiciones climáticas, y las complicaciones para alcanzar esta misteriosa reserva ecológica no está permitido el ingreso turístico. Cuenta con 556 km2 y fue descubierta en 1616 por una expedición de los Países Bajos que buscaba un nuevo paso hacia el Pacífico.

La llamaron así porque creían que se trataba de una península de Terra Australis Incógnita, es decir, como si no fuera de nadie porque nadie la habitaba. Al día de hoy, solo cuatro personas viven en ella. En cuanto a “de los Estados”, fue en honor a las provincias holandesas que buscaban su independencia.

Piedrabuena, único habitante en defensa del territorio argentino

Hubo que esperar al 19 de febrero de 1869 para que se izara por primera vez una bandera argentina, y lo hizo el capitán Piedrabuena.

Según relata en su espacio oficial, Luis Piedrabuena fue la única persona que dominó el lugar. Fue su dueño, y un héroe anónimo. Salvó la vida de 146 náufragos víctimas de las tempestades y el mar despiadado que abraza la isla.

En el fondo de sus aguas descansan unos 50 barcos que alguna vez lo intentaron.

Piedrabuena supo construir su propio barco, armado con retazos de otros naufragios y lo bautizó como El Luisito. El final de su vida es triste y similar al de varios protagonistas influyentes de este país, solo y en la pobreza extrema. Dedicó su vida a defender la isla y murió en 1883 en Buenos Aires con el grado de capitán honorario. 

Fantasmal por fuera, cargada de vida por dentro

En la actualidad el turismo se siente atraído por su misterio, sus dejos literarios y paisajes ciertamente lúgubres. Para evitar el turismo en este desolado archipiélago, fue declarada Reserva Natural Silvestre en el año 2016.

La lluvia es su distintivo, genera una bruma que muchas veces oculta al archipiélago de picos agudos y escarpados. Los más altos alcanzan los 800 metros y en ellos las olas golpean con fuerza.

Pero no solo eso, también encierra el misterio y la confrontación de los dos océanos para alcanzarla. Es el último vestigio de la Cordillera de los Andes, esa columna vertebral de Sudamérica que termina de morir en Isla de los Estados tras su encuentro con el Pacífico y el Atlántico.

Se encuentra separada de Tierra del Fuego por unas 18 millas de ancho que ocupa el temerario estrecho Le Maire. Para llegar, hay que atravesarlo.

La navegación debe ser cautelosa, el clima traiciona. Primero regala una densa humedad que puede observarse desde lejos, para luego entregar capas de nieve, granizo o lluvia helada.

A su interior se encuentran 120 espejos de agua dulce y el contraste es enorme. Por fuera hay bruma, picos agudos con acantilados y pendientes abruptas. Al interior todo cambia. Aparecen bosques vitales de lengas alimentados por la intensa humedad. También se encuentra un lago, una recompensa que es, más que nada, una perfecta representación del paisaje. Costas rocosas y oscuras, en contraste con aguas cristalinas.

También pueden encontrarse cabras y ciervos traídos hace más de un siglo. Estos se mezclan con el bosque de características australes y una enorme variedad de pingüinos, gaviotas, albatros, palomas de mar, ánades, roedores, lobos marinos. A su vez, es el último refugio del carancho austral y la paloma antártica, declarados como especies vulnerables de la Patagonia.

Cárcel del fin del mundo

En Puerto Cook pueden encontrarse los restos de una cárcel para presos militares del siglo pasado. Según cuentan en los espacios oficiales, muchos eran desertores recluidos en el fin del mundo.

En 1902, la humedad extrema obligó a las autoridades a relocalizar la cárcel en Ushuaia. Durante el traslado 51 presos decidieron fugarse a bordo de tres lanchas. La idea era atravesar el estrecho, llegar a Tierra del Fuego y luego cruzar a Chile, que no está muy lejos. Pero todo falló, el estrecho es bravo y letal en esas condiciones.

En una de sus lomas se encuentra el cementerio con 24 cruces anónimas. Cerca se encuentra el refugio que alguna vez Piedrabuena supo construir.

La isla que inspiró a Julio Verne

En la isla Observatorio se encuentra un faro, pero en realidad, no se trata del famoso faro del escritor. La réplica en honor a su obra se encuentra en San Juan Salvamento. Está construido por maderas de lengas y tiene forma octogonal, es decir, no es el faro al estilo torre que cualquier persona imaginaría.

Fue inaugurado por Lasserre en 1884 y vuelto a ser realizado en 1994 por el navegante André Bronner, fascinado por la novela de Verne. Al final, Verne nunca fue a la isla, pero supo crear el ícono perfecto que identifica al lugar.

El faro forma parte de los atractivos y la única estación habitada pertenece a la Armada Argentina.

Actualmente la custodia de la Isla de los Estados la lleva a cabo la Armada Argentina, que mantiene un Puesto de Vigilancia y Control de Tránsito Marítimo (PVyCTM) en Puerto Parry. Es el único asentamiento humano en la Isla, y suelen ser cuatro personas las que se quedan en esa soledad fantasmal.

El puesto se lo conoce como “Comandante Luis Piedrabuena” y se utiliza para dar apoyo logístico a las investigaciones científicas.