Ferrol: postales de un tiempo convulsionado
El 27 de noviembre pero de 1957, Manuel Ferrol tomaba una de las fotografías más icónicas sobre la migración. Un sencillo gatillo de su cámara lo dejó en la historia del periodismo y la fotografía.
Por Amira López Giménez
“Jamás perdió la sencillez de un hombre que transcurrió su vida de acuerdo a sus principios, generando una obra trascendente, en una época que mientras otros fotógrafos se desesperaban por llamarse a sí mismos ‘artistas‘, él prefería seguir llamándose ‘reportero‘”.
La página oficial de Manuel Ferrol marca de entrada la trascendencia de un trabajo que supo registrar el drama de la inmigración en España. El siglo cambió, pero la escena aún se reitera, aunque ahora es este país el que debe recibir extranjeros que huyen de las guerras.
La fotografía aun es una herramienta definitiva y hasta más democrática que en otros tiempos. Durante los años del 1900 no era tan sencillo ni mucho menos accesible. De hecho, fotografiar se convertía en una tarea para toda la vida. Así fue para Ferrol a quien renombraron como “El fotógrafo de la emigración”.
Manuel Ferrol falleció un 27 de febrero de 2003, pudo ver el cambio de siglo, la mutación cultural y la agitación de la historia marcada por las olas migratorias. Fue el autor de la célebre fotografía del padre con lágrimas en sus ojos que abrazado a su hijo se despedía de su mujer, quien partía a la búsqueda de nuevas oportunidades (portada).
La despedida era desgarradora y en este sentido, la migración no ha cambiado mucho. Por entonces, la pobreza y la guerra en Europa echaba a las personas al otro lado del océano. Hoy día es a la inversa y aún queda por encontrar un nuevo Ferrol que retrate lo contemporáneo.
El reportaje “Emigración” y la fotografía “El padre y el hijo”, son considerados trascendentales e icónicos. Fue el 27 de noviembre de 1957 cuando realizó el registro fotográfico que resguardó una de las últimas emigraciones españolas hacia Buenos Aires.
Su cámara en mano era una simple Rolleiflex, distinta a la Leica que solía utilizar en su día a día. La Rolleiflex permitía un ángulo recto y sumamente discreto, podía mirar por arriba sin apuntar a la altura del ojo, una especie de cámara escondida muy práctica para evitar invadir o censurar el dramatismo que vivía el puerto de A Coruña. Familias enteras se separaban por primera vez, las emociones eran inevitables tanto como el cansancio de las largas esperas. Ese 27 de noviembre partía el buque Juan de Garay en su último viaje transoceánico.
Vida de un fotógrafo
Nació en 1923 en el faro Cabo Vilano (España), el mismo donde esparcieron sus cenizas tras su muerte. La vida siempre lo colocó con la vista al océano, esa antesala al otro mundo. Al inicio de su adolescencia se interesó por los estudios en ingeniería náutica, una apuesta que duró poco cuando la fotografía llamó su atención de manera definitiva.
Su talento era evidente y su familia no dudó en brindarle apoyo. Su primer reportaje fue un encargo de la Marina de Guerra. Con el tiempo también estudió cine, un aspecto esencial que lo llevó a manejar la luz y los movimientos de una manera distintiva.
Los años de la década del 50 lo llevó a convertirse en el retratista y reportero de referencia en Galicia. Ya para ese entonces, montó un laboratorio donde a mano revelaba sus fotografías y trabajaba junto a un equipo de aficionados a la cámara.
En 1958 se trasladó a Alemania para estudiar fotografía y el incipiente revelado a color en la prestigiosa escuela Hamburger. Al año siguiente se convierte en el primer corresponsal de RTVE en Galicia.
Al final, su obra abarca más de 9000 negativos, que si se considera la analogía de aquellos tiempos, se trata de un enorme acerco fotográfico. Murió un 27 de febrero de 2003, sus cenizas fueron esparcidas en el mismo lugar donde nació, en el faro Cabo Vilano mirando al océano.
Fuente y fotografías de Manuel Ferrol.