(Córdoba, Argentina) La Fundación Bosquizar, un grupo no mayor de diez personas nacido en el 2020, llevan más de 200 mil ejemplares de tabaquillos plantados para reforestar la región. Su fundador, Ricardo Suárez, señala la acción promovida desde 1997 como un trabajo que dejó de ser un tributo ad honorem, y pasó a ser netamente profesional en la región de la Pampa de Achala.

Por Amira López Giménez

Para llegar a su casa hay que ascender por un camino empinado y pedregoso. Su ubicación es perfecta. El hogar, que hace las veces de oficina y vivero, está inmerso en un cerro que lo abraza con sus árboles y lo protege de las miradas ajenas.

Allí, el biólogo Ricardo Suárez desata su propia batalla por la reforestación, mientras el ecosistema que lo rodea también lo hace frente a las innumerables exóticas que amenazan su existencia. Su invernadero resguarda a miles de Polylepis Australis, árboles conocidos como tabaquillos que verá crecer en la Pampa de Achala, un punto geográfico de las sierras grandes de Córdoba (Argentina).

Suárez sabe lo que hace y lo que cuesta. Por 1997 inicia su trabajo en el proyecto Conservación y Reforestación de las sierras de Córdoba (un grupo de voluntarios inmersos en la reforestación). Más cerca, en el 2020, crea la Fundación Bosquizar para profesionalizar aún más esta propuesta. La idea es extender la reforestación como una iniciativa para afrontar las problemáticas ambientales de la región, que de por sí son muchas.

Como fundación se dedica a la reforestación y a la investigación aplicada. No deja de lado la educación ambiental en forma de talleres ambulantes que recorren la región, ni las conferencias en numerosos congresos ambientales.

Las ideas maduran como los árboles

Desde la mirada de Suárez, la relación entre el ser humano y el ambiente ha mutado gracias al paso del tiempo, pero aún se sostiene una idea de sumisión.

Los últimos años, considerando pandemia de por medio, se sembraron 200 mil ejemplares de polylepis australis. Foto gentileza de Bosquizar.

“Siempre se ha considerado que el hombre domina la naturaleza, esto implica que todo lo demás está por debajo de nosotros. Hoy ha cambiado un poco y es políticamente correcto hablar de que cuidamos al ambiente, pero como padres protectores, seguimos estando arriba de todo”, apunta.

Para este biólogo la vía de salida de este bucle de pensamiento es socioambiental. No por encima de la naturaleza, sino al lado de ella. Pero esto no es lo único que cuestiona como uno de los tantos referentes en reforestación. Casi en sintonía con pedidos ambientales que alientan a cambios de consumo y de organización económica, Ricardo Suárez alienta la eliminación de los commodities.

“Un ejemplo es la producción de alimentos que hace funcionar un mecanismo que no produce más comida, sino dinero para producir otras cosas como armas, guerras, o más dinero, por eso son commodities. Ese dinero no vuelve al funcionamiento social como debería ser”, sentencia el biólogo.

Durante los viajes las camionetas transportan hasta 4 mil ejemplares. Foto gentileza de Bosquizar. Foto gentileza de Fundación Bosquizar.

Para este especialista que lleva años reforestando y devolviendo a la naturaleza lo que a diario se le quita, mantener los estilos de vida actuales es posible, sin destruir al ecosistema. La respuesta, una vez más, es socioambiental, la sustentabilidad queda en manos de la sociedad en general.

La comunicación juega otro papel relevante. Según Suárez, hay una inclinación informativa hacia lo malo, que al final de cuentas termina opacando lo bueno. “El empoderamiento de la mentira afecta al proceso ambiental. Defender a los que saben y pelear por servicios públicos eficaces de baja contaminación es lo que menos se hace”, apunta y agrega: “Nosotros debemos pagar para que nos difundan, es difícil mostrar cosas nuevas y buenas”.

De las palabras a las acciones

Polylepis Australis, en estas palabras se resume el trabajo de la Fundación Bosquizar. La especie, nombrada popularmente como tabaquillo, está presente en gran parte del continente americano. Su presencia comienza en Venezuela, pasa por Colombia y llega a la Argentina, hasta su centro geográfico, entre las provincias de Córdoba y San Luis.

Todo este cordón de serranías cuenta con polylepis, aunque su existencia está amenazada por desmontes, incendios, urbanización. En Córdoba, la Fundación “bosquiza” la zona de la Pampa de Achala.

“Es el árbol que forma bosques en las Sierras Grandes de Córdoba. En estos últimos dos años plantamos 200 mil árboles, y en toda la existencia llevamos 300 mil”, asienta con orgullo el biólogo.

De hecho, no es para menos. Los mapeos de bosques regionales actualizados llevan años de estudio y pierden vigencia con facilidad ante el avance desarrollista. Hasta el 2009 uno de los mapeos elaborados por investigadores de la Universidad Nacional de Córdoba revela solo un incómodo 2,28% de superficie salvada del avance de los desmontes.

Ante este horizonte agobiante, reforestar es una acción con un potencial único. Sin embargo, son pocas las personas que se suman a un trabajo netamente voluntario y a pulmón.

“Empezamos a formar parte de Acción Andina un grupo de implementadores (socios), presente en toda Sudamérica que ayuda a financiar este tipo de proyectos”, explica el biólogo. Recientemente, Acción Andina le otorgó el padrinazgo de un vivero en la comunidad de Patachanga, uno de los espacios comunitarios y ecológicos más amplios del Cusco, Perú.

Su trabajo también se sumó a la Global Forest Financiation (GFF, por sus siglas en inglés), un fondo de financiamiento global para iniciativas forestales. Pasó mucha agua bajo el puente para que llegaran estos apoyos internacionales.

Instituciones políticas y sociales prestan su apoyo, como la Secretaría de Ambiente provincial y la Cooperativa de agua regional.

Hoy Bosquizar cuenta con trabajadores fijos, pero también se solventa con la ayuda de personas voluntarias que se suman a las jornadas de forestación. Cada plantación asciende a un promedio de 9 mil tabaquillos.

Plantar, un acto nada sencillo

Elegir el lugar de la plantación representa un desafío no solo burocrático, sino también de seducción y convencimiento. Suárez indica que las zonas seleccionadas por Bosquizar fueron áreas previamente consumidas por los incendios. Por supuesto, la fundación también sufre la pérdida de su trabajo tras algún fuego.

Pero la selección también depende del lugar que puedan conseguir y de los permisos que puedan obtener.

Foto gentileza de Fundación Bosquizar durante su visita a Cusco, Perú.

En palabras de Suárez, esto tiene distintos motivos: “Muchas veces los dueños de las tierras no quieren reforestar, por más que lo ofrecemos gratis. Según la Ley de Reforestación tienen quince años para pensarlo. Además, nosotros precisamos un comodato de 25 años. Este el tiempo necesario para proteger al bosque y donde el dueño de la tierra no puede tocar los árboles”.

Un trabajo de reforestación puede brindar distintos beneficios a los propietarios de las tierras. Además de ser una enorme ayuda al planeta, se le otorga el certificado ambiental que garantiza la sustentabilidad del suelo, por ende, de la producción de la tierra.

Desde el nacimiento de Bosquizar hasta la actualidad existen más de 300 mil ejemplares resguardados en la Pampa de Achala. Se espera que ese su hogar y que la actividad humana no los deprede, sino al contrario, se preserve para el futuro.