Un mapa satelital evidencia el crecimiento de la soja en Sudamérica. El continente aumentó en un 49% la tierra destinada a este cultivo, mientras disminuye la diversidad alimentaria.

Por Amira López Giménez


“Solo hubo un modesto aumento de la población durante este periodo y una gran expansión de las tierras de cultivo”, indica Peter Potapov con preocupación desde la Universidad de Maryland.

La nueva cartografía de la Tierra es elaborada mediante satélites que evidencian la significativa expansión de los cultivos en las últimas dos décadas en Sudamérica. Desde el exterior del planeta, el continente muestra un fuerte crecimiento que supera a la antigua África como cuna de alimentos.

Ambos territorios se consideran los mayores productores de materia prima para una tercera parte del planeta. Sin embargo, su expansión, pequeña o extraordinaria, genera preocupación. De hecho, estas áreas no pueden cubrir en su totalidad las necesidades básicas de la población.

Imagen de archivo. Campos de soja en Argentina.

En este sentido, y según el estudio, en Sudamérica hay un fenómeno peculiar. En esta región el crecimiento poblacional es menor a la cantidad de tierras cultivadas. El continente aumentó en un 49% su superficie de cultivos, mientras que África quedó en un segundo lugar con un 34%. Ahora bien, esta carrera por alimentar al mundo trajo a colación sus consecuencias. 

No apto para consumo humano

Para Potapov, quien dirige el Laboratorio de Análisis y Descubrimientos de Tierras Mundiales (GLAD, por sus siglas en inglés) este fenómeno se debe a la rápida expansión de la frontera agropecuaria. Países como Brasil, Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay incrementaron el desmonte para monocultivos.

Esto posiciona a América del Sur en la primera región productora de soja. La mayor parte de las cosechas se ubican en las sabanas y las regiones de bosques secos como el Cerrado en Brasil, y el Gran Chaco en Argentina, Paraguay y Bolivia.

Para Xiaopeng Song, otro investigador de GLAD, los productores a grandes escalas solo cultivan soja para la alimentación animal y para satisfacer la enorme demanda de carne en China y Europa. A pesar de la expansión de las fronteras agropecuarias, una primera secuela son los monocultivos que consumen los bosques nativos y selvas tropicales.

Imagen: Mapa satelital de Sudamérica presentado por Lauren Dauphin vía el Observatorio de la Tierra de la NASA, 2022.

Un ejemplo gráfico se encuentra en el Amazonas. El 32% de su superficie fue tomada para el cultivo de soja. Estos campos considerados como selvas tropicales primarias fueron alterados para obtener pasto para el ganado. Hoy, la superficie es irritada nuevamente para el cultivo de la soja. Según indica la cartografía, muestra un aumento diez veces mayor en la línea temporal de referencia.

Argentina hacia los desiertos de la agricultura

En Argentina, la expansión de la frontera agrícola, en particular de la soja, produjo una de las mayores transformaciones sociales de las últimas décadas. La región del Gran Chaco es el punto neurálgico de mayor impacto ambiental y vulnerabilidad social de la región. 

Este modelo de producción con ganancias exorbitantes esconde tras su telón de éxito y prosperidad, la mayor miseria social del país, y un territorio que se asemeja cada vez más a un desierto. La vegetación frondosa se desvanece junto a sus pueblos.

Imagen de archivo. La sequías y el uso diferenciado del agua es característica del cultivo de soja.

Desde la Universidad de Quilmes, el investigador Adrián G. Zarrilli comparte la secuela del éxito productivo. En su estudio revela que en la región “la agricultura familiar y los pequeños productores están desapareciendo, mientras continúa la emigración rural hacia los asentamientos miserables de las grandes ciudades, en un contexto donde centenares de pueblos rurales están en proceso de extinción”, sentencia.

Para Zarrilli el conflicto reside primordialmente en la tierra, su tenencia, ganancia y trato. Si bien, el modelo de las últimas décadas acentúa el desarrollo de cultivos de alta rentabilidad, incluso aptos para el uso de nuevas tecnologías, los costos son ambientales y sociales. A medida que se insertan en el mercado los productores de grandes escalas, la pequeña agricultura, que asegura la diversidad alimentaria, queda excluida.

“La expansión sojera, a costa de producciones agropecuarias tradicionales, expone crudamente la falta de una política de desarrollo. Un orden que promueva el manejo sustentable y equilibrado de la actividad agropecuaria y defina el papel de las distintas regiones argentinas”, sostiene en su artículo titulado Tierra y veneno. 

Ahora y en el futuro también

Para los graneros del mundo, los desafíos de producción son altos. El problema climático plantea fenómenos meteorológicos extremos. Las inundaciones y las olas de calor y sequías, serán cada vez más constantes, lo que se traduce en un alto de riesgo de pérdida de cosechas.

Según un artículo de Environmental Research Letters, tres de las seis regiones mundiales productoras de maíz deberán enfrentar el doble de riesgo en su producción. El fracaso es posible en regiones como el medio oeste de Estados Unidos, donde la media de calor es de 38º, los incendios son constantes y luego las lluvias provocan el desplazamiento de tierra en áreas quemadas.

Imagen archivo. Maquinarias con tecnologías de punta tratan la soja en los campos argentinos.

Colin Raymond es el principal autor del estudio que analiza estas proyecciones en el laboratorio de la NASA. “Los factores están interconectados de una manera que no hemos apreciado hasta ahora”, indica con base en las nuevas cartografías y reflexiona: “No es solo el calor y la sequía. Son todas esas interconexiones las que mejor explican los graves impactos que más nos preocupan cuando tratamos de prevenir grandes desastres”.