Un sueco hecho tango
Los suecos entonan los versos del tango más popular de su país, Fritiof y Carmencita, de Evert Taube. Uno de los cantautores más populares de Suecia se había enamorado de Argentina y sus costumbres. Hoy, las becas artísticas del país escandinavo llevan su nombre y los conciertos musicales le rinden homenaje.
Por Amira López Giménez
Foto de portada gentileza del Instituto Sueco Argentino.
“Samborombóm, un pequeño pueblo sin calle, /no está lejos del Río de la Plata, /casi a la orilla del Atlántico azul, /y con la pampa a mis espaldas, miles de kilómetros verdes, /allí llegué a caballo una tarde de abril/ porque quería bailar tango.” Hace años que en las fiestas populares suecas se entonan los versos del tango Fritiof y Carmencita.
El cancionero popular escandinavo tiene sus tintes tangueros llevados de la mano de Evert Taube. Bohemio, fiestero, vestido de gaucho, su tango es la principal figura de la canción popular sueca y refleja su aventura en Sudamérica, en especial Argentina. Las melodías retratan el paisaje pampeano de un viajero fascinado con la geografía y las costumbres.
Invierno de 1910, Buenos Aires. Evert Taube llega a bordo del barco Princess of Wales que tira sus anclas en el puerto porteño. Es abril y su espíritu aventurero y errante lo empuja a escapar desde la ciudad inglesa de Dover.
Aún no lo sabe, pero con los años Taube se convertiría en uno de los máximos representantes de la canción popular sueca. Al día de hoy, el país le rinde homenaje con becas a su nombre y ciclos sinfónicos en su honor. El último fue en abril del 2022.
Nacido en Gotemburgo (Suecia) en 1890, Taube, en sus 86 años de vida, compuso himnos al paisaje sueco y canciones románticas que recorren los ambientes bohemios por los que supo andar en su época.
En el 2000, la cantante nicaragüense Katia Cardenal, tradujo algunas de sus piezas al castellano y las interpretó en su disco “Fragancias”. “Me sorprendió la influencia de melodías latinoamericanas en su música y me encantó su romanticismo sencillo y la forma en la que expresa su amor por la naturaleza”, supo decir la cantante a la revista Nómada.
La música de Taube acerca sonidos ajenos, exóticos a su país natal, todos ellos recogidos durante sus viajes por Australia, Europa, Sudáfrica, pero, sobre todo, por Sudamérica. Polifacético, su labor suma poemas, crónicas periodísticas, cuentos y dibujos. El amor por Argentina lo llevó a rodar cortometrajes en La Pampa y a llevar las costumbres argentinas al país escandinavo.
Su sueño era ser pintor y escritor, pero se dedicó a la música para ganarse la vida. Ya nadie duda de su genialidad como cantautor, incluso lo proclaman poeta nacional mientras entonan sus frases tangueras.
Barro y perfume de mujer
La historia de Taube pudo haber sido la de cualquier joven de 20 o 25 años de aquel entonces. La marina representaba la posibilidad de viajar para aquellos que querían conocer otras geografías.
No fue marinero porque quiso, sino más bien, porque fue el ultimátum de su padre. Cansado de sostenerle los frustrados intentos de formar parte de la Academia Nacional de Bellas Artes, incluso luego de considerarlo un “inútil”, le impuso dos opciones: un internado o la marina.
La segunda alternativa fue más atractiva, de hecho, podía viajar. Su primera impresión al divisar el puerto de Buenos Aires la dejó escrita. “Una ciudad surgida del lodo que olía a choclo, perros, perfume de mujer y eucaliptos”, escribió.
Sus experiencias en Argentina lo ayudaron a madurar, pero a su vez, marcaron su carrera, ya que serían un tema recurrente en su obra. Descubrió su veta musical de la mano de un amigo italiano que le enseñó a tocar la guitarra. Luego encontró el piano y la posibilidad que la música brinda para relacionarse con otros.
Más allá del puerto, el tango más famoso
Este sueco, ataviado con ropas de gaucho, llegó a Córdoba para trabajar como conductor de tranvías. Supo ser mayordomo en las estancias de Colonia Lola y lavaba los envases de una embotelladora de cervezas en Río Segundo.
Aun así, la mayor parte de su vida transcurrió en La Pampa donde aprendió a cabalgar y a ser todo un gaucho. En esta vasta región trabajó como ayudante de Carl Nyströmmer, ingeniero que dirigía una obra de desagües del Río Salado, el Canal 15. Y es aquí donde surge su tango más famoso, Fritiof y Carmencita, una pieza clásica de las noches del verano nórdico.
El tango del joven Fritiof Andersson que se enamora de la belleza de Carmencita, cuya mano estaba prometida a un adinerado estanciero, es tan clásico como las copas de aguardiente.
Todos conocen su letra. Joven, pobre y bohemio enamorado, llega a Samborombón una noche para bailar con la bella Carmencita. En su baile, promete dejar el alcohol y la fiesta para trabajar para ella. Pero, Carmencita no quiere, su mano ya está prometida al dueño de unas 20 mil cabezas de ganado.
El nombre real de Carmencita era Cecilia Jaca Cortejanea y no vivía en el supuesto Samborombón, sino en una estancia cercana conocida como La Ensenada de San Martín. Además, nunca tuvo un romance con el joven sueco, ni siquiera bailaron tango juntos. De hecho, en aquel entonces el tango era reservado a los ambientes del cabaret y no era propio de una chica “de familia”.
En Ensenada de San Martín muchos obreros de la construcción del Canal 15 pasaban un tiempo de reunión, entre ellos, el protagonista de esta historia. Y aunque el romance fue fruto de su imaginación, hoy la Estancia Ensenada (propiedad de la familia Céspedes descendientes de Cortejanea) es uno de los destinos turísticos suecos más vendidos de Argentina.
También el parador La Gloria, un boliche de reunión gaucha donde se hacían carreras, jineteadas y payeadas, y donde en teoría bailaron Fritiof y Carmencita, son las paradas obligatorias del tour.
Poeta por el tango
La profusa poesía de Taube se vuelca mayoritariamente a las mujeres de todos los estratos sociales. Según se lo retrata, nunca pudo escribir una partitura, pero sus canciones se inspiraron en la convivencia con otras personas y en formas de vida diferentes, fruto de la experiencia de sus viajes.
Todas sus canciones reconocen y trasmiten los ritmos del sur americano en las tierras escandinavas. Luego, estalló la Primera Guerra Mundial y Taube debió empacar e irse del país. Sus recuerdos pasaron a un baúl y años más tarde escribiría el tango Fritiof y Carmencita, la musa argentina que hoy forma parte del patrimonio popular de Suecia.
Se le adjudica el mérito de llevar el tango a Europa antes de que formase parte de los selectos salones de París. Cuando regresó a la Argentina ya era 1965 y lo hizo para filmar un cortometraje donde relató sus andanzas.
El film registró escenas de altamar, Buenos Aires y por supuesto, su lugar predilecto, La Gloria. Taube hizo participar a los vecinos y vecinas en cada una de las escenas. Claro está, visitó la estancia, pero nunca se reencontró con Cecilia.
Los medios suecos tratan de mantener vigente la vida y obra de Taube. Cecilia fue requerida muchas veces por la prensa. La última vez fue en 1978 donde un equipo periodístico del país escandinavo la visitó en su residencia en La Plata. El mismo año ella muere. De todos modos, la familia Céspedes recibe con frecuencia al día de hoy a los ciudadanos suecos que llegan a conocer los lugares que frecuentaba el proclamado cantautor.
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