La Vaulx, el conde saqueador de tumbas en la Patagonia
El saqueador de tumbas supo ganarse la fama de “kalku” (brujo) entre las comunidades originarias, pero también, la condena a muerte de parte de las familias descendientes de Liempichún Sakamata. Sus restos, tras ser robados por el conde Henry de Le Vaulx, regresan desde Francia 126 años después. Será honrado, una vez más, según marcan las costumbres.
Por Amira López Giménez
A finales del siglo XIX, la Patagonia argentina recibía numerosas visitas de exploradores que decidían atravesar el océano en búsqueda de vida, pero también de una supuesta gloria y cómo no, dinero. No tenía más de treinta cuando llegó, su acento francés y aristocrático no pasaba desapercibido. De hecho, se lo recuerda al día de hoy por la reciente restitución de los restos de Liempichún Sakamata.
Henry de La Vaulx se pasó más de un año caminando por los territorios de Río Negro y el estrecho de Magallanes. Fue enviado por el mismo Ministerio de Educación de Francia para estudiar restos de la Edad de Piedra. Pero, su misión estuvo muy lejos de lo que puede considerarse arqueología.
Ni bien llegado, comenzó por Carmen de Patagones y de allí se dirigió al sur, pasó por Chubut para luego, años después, huir para siempre sin mirar atrás. Sus visitas constantes a los caciques tehuelches Manumcura, Sayhueque o el mismo Sakamata, motivado por su llamativa altura, quedaron para siempre en la memoria de las generaciones venideras.
La Vaulx trataba de ganarse la confianza de los pueblos y caciques, para luego, entre gallos y medianoches, saquear las tumbas más recientes de sus seres queridos. No se trataba de cuestiones arqueológicas, sino más bien, de profanar los restos de enterramientos bajo las costumbres tehuelches. Los seres queridos eran honrados con objetos de valor, comida, tabaco, todo lo necesario para la siguiente vida.
El profanador de tumbas
Como aristócrata, hijo de la nobleza de Francia, supo registrar todo en su propio diario de viaje. En uno de ellos escribe: “Comenzamos la excavación. Aproximadamente a un metro de profundidad encontramos trozos de bambú medio podridos. Cavando un poco más descubrimos un cuerpo envuelto en un cuero de caballo pintado y revestido de telas entrelazadas. Abrimos esta extraña mortaja. Un olor infecto nos llega a la garganta. En la cabeza del cadáver encontramos un cubo oxidado que debía contener alimentos, y el esqueleto de un perro. Una botella de agua de florida y un frasco de aceite se rompen por culpa de nuestros picos. El hijo de Lipitchoum fue enterrado con una pipa de madera a su lado, una caja de cerillas e incluso tabaco en tabletas. En su cuello ataron un collar hecho de perlas de vidrio y plata.
A sus pies descubrimos una brida y estribos de plata maciza; el muerto lleva en su mano derecha las boleadoras; lo enterraron vestido y su cuerpo está recubierto de una manta ajustada con remaches esféricos en plata y cobre. Recojo con prisa todos estos objetos y, al caer la noche, regreso con Juan por el camino hacia mi campamento. Estoy muy contento porque he podido recoger algunas pruebas que fijan de las creencias de los indios en una vida material futura. Los caballos que encontré degollados sobre la tumba me intrigaban; después supe por qué los patagones inmolaban bestias sobre las sepulturas de sus parientes. Se hace con la finalidad de que el muerto, cuando resucite, pueda lanzarse rápidamente hacia la profundidad de las cordilleras, el paraíso soñado de los indios”.
Un motín de museo
Luego de estos “actos útiles poco apreciados por los indígenas”, según relata, trataba de apaciguar el desencanto de su trabajo y la traición de la confianza con regalos. Un insulto que en 1897 le pasó factura cuando el noble francés debió abandonar tierras patagónicas con urgencia. Fue perseguido por las comunidades y sus líderes y aunque no dieron con su paradero, la causa de Le Vaulx sigue abierta dos siglos después.
Su botín ascendía a 96 cráneos, 10 esqueletos completos, y una enorme cantidad de ajuares, 1.400 objetos para ser precisos. Monedas, joyas, vasijas, medallas, metales, minerales, cerámicas, hasta insectos y otros valores para la comunidad y la historia nacional. Los restos humanos de las comunidades originarias se colocaron en 29 cajas, con un peso total de 1371 kilos.
Todo este motín fue a parar al lujoso Museo del Hombre, París. Otros tantos objetos terminaron en algún negocio privado a modo de pagos de favores y regalos personales.
El saqueador de tumbas de la Patagonia murió en 1930, tras invertir todos sus ahorros en la inminente industria aeronáutica. Se mató en un accidente en Estados Unidos y lo velaron en París con toda la gala de la época. Le rindieron homenaje, aunque nadie saqueó su tumba.
2022, el regreso de Sakamata
Mayo, 2022. Francia aceptó restituir los restos de Liempichún Sakamata a la Argentina, tras las reuniones de Emmanuel Macron y Alberto Fernández. El cráneo de Sakamata junto a los restos humanos de los cadáveres fueron expuestos en el Museo del Hombre de la ciudad parisina hasta el año 2009.
Según Página 12, fue Héctor Timerman quien le dio el puntapié inicial a la causa en el año 2015 a pedido de sus descendientes, las comunidades Sakamata (Puerto Madryn) y los Lof Liempichúm (Río Senguer). El infame Le Vaux habría conocido personalmente al cacique Liempichúm.
Fue Julio Esteban Vezub, investigador e historiador del Conicet, quien localizó sus restos en el museo parisino como parte de un trabajo investigativo sobre la expedición del conde Le Vaux a la Patagonia. Aunque el investigador era consciente que lo robado estaba en Francia, aún había objetos sin precisar y repartidos entre museos y coleccionistas privados.
Sus descendientes aseguraron que la repatriación de los restos de su cacique no solo es una reparación histórica, sino también, permite establecer el “kume felen” (equilibrio vital) en los territorios. El Programa Nacional de Restitución de Restos Humanos Indígenas del INAI, a través de cancillería, con los ministerios de Asuntos Exteriores y Cultura de Francia y las comunidades de Chubut, coordinarán el viaje con los restos de Sakamata.
Al final, sus restos serán honrados bajo las cosmovisión mapuche y tehuelche. “Para todos nosotros esta noticia nos abre la esperanza que al final nuestro kewkko (ancestro) pueda volver a nuestro ayke (paraje), lugar donde nunca debió haber sido profanado y estará junto a nuestros ancestros, entre ellos nuestro longko (cacique) gamakia Juan Sacamata y Ciriaco Chaquila”, precisó con orgullo Cristina Liempichún a Télam.
Aún hay otros dos casos por resolver con el Museo del Hombre. También hay un pedido especial para ubicar y restituir los restos del cacique Guaycurú Lisali, que fue regalado al príncipe de Orleans.
Fuentes: Blog Rey de la Patagonia, Página 12, Télam.