Solo un puñado de ellas trascendieron la historia para ser recordadas como mujeres de, hijas de, amantes de, pero, su participación en la Revolución de Mayo fue esencial. No podían participar de la política, su ámbito era solamente privado, doméstico, y así se mantuvo por más de un siglo. Hoy, el pasado se revuelve y acerca sus historias.

Por Amira López Giménez


En el 2021 las historiadoras Gabriela Vásquez, Guillermina Guillamon y Marcela Ternavasio señalaban la invisibilización de las mujeres durante la Revolución de Mayo en una nota a Télam. Para ellas, el relato revolucionario difundido a lo largo de los años fue un relato exclusivo de varones blancos y de élite.

Si bien, hay algunos nombres femeninos en el desarrollo de la historia del país, los mismos no dan cuenta del accionar heterogéneo de las mujeres. El relato revolucionario aún busca protegerse de la presencia femenina, de hecho, los héroes del imaginario social son todos varones.

Esta pobreza de representación femenina requiere desconstruir las biografías que erigen a los varones como excepcionales y predestinados a construir la Patria. “La historia es un proceso dinámico”, sostienen las historiadoras ante Télam.

En este sentido, priorizar algunos actores implica marginar a otros. Y si aunque algunos nombres femeninos son mencionados, hasta ahora es solo por ser hija de, madre de, esposa de o amantes de. “Solo unas pocas son registradas con nombre y peso propio, como Mariquita Sánchez o Juana Azurduy”.

Revolver la historia

El relato de la revolución debió ser cuestionado durante la búsqueda de las voces de las mujeres. Para lograrlo, historiadoras como Ayelén Vázquez de López -colaboradora de Feminacida-, o las nombradas con anterioridad, rescatan expedientes judiciales, cartas, denuncias, reclamos, registros parroquiales o crónicas de la época. Hasta diarios íntimos y cartas personales. En síntesis, se trata de sumar documentación desestimada por otros historiadores, como crónicas de la época, relatos de viajeros u obras literarias. Esto permite entender un contexto de época por lo general desfavorable para las mujeres.

En esta indagación surgen otras dimensiones de la historia ya conocida, como los roles del ámbito doméstico o el apoyo de las mujeres con dinero a la causa, la cocina de alimentos, el cuidado de los soldados. Todas acciones necesarias para el proceso revolucionario.

Macacha Güemes. Imagen gentileza argentina.gob

Revolver se traduce en una pluralidad de mujeres criollas, españolas, esclavas, aborígenes, jóvenes, adultas, todas mujeres que participaron de los diferentes escenarios de la revolución. Son ellas quienes acompañaron la retaguardia y las que desarrollaron nuevas unidades productivas ante los exilios, muertes o destierros de sus maridos.

“En las casas de Mariquita Sánchez, de Ana Riglos y Melchora Sarratea no solo se hacían tertulias y bailes, se discutió lo que habría de suceder políticamente”, dice Vásquez a Télam para señalar la figura de anfitrionas de ciertas mujeres. Pero, las que no tuvieron un rol de élite, las que se encontraban en un plano más subalterno se quedaron sin voces. Eso, sin contar que estos sectores no estaban alfabetizados, la educación no era un derecho para las mujeres.

“La historia no siempre la hacen personas cuyos nombres y apellidos han sobrevivido al paso del tiempo, también la hacen las anónimas y sobre estos grupos faltan aún mayores estudios historiográficos”, sostienen las historiadoras a Télam.     

Las mujeres de la revolución

Un hilo de Twitter quita el velo del olvido sobre estas mujeres. Hay datos sutiles sobre sus vidas, roles y aportes a la revolución, sobre sus perfiles personales, cómo eran, qué hacían, qué les gustaba. Algunas de ellas son Juana Azurduy, Guadalupe Cuenca, Melchora Sarratea, Remedios del Valle, entre otras.

Para empezar, se destaca la figura de Mariquita Sánchez de Thompson, recordada como la esposa de Martín de Thompson. En su casa, mujeres y varones discutían el ideario de mayo, era la base de operaciones y tras sus paredes se cantó por primera vez el Himno Nacional. Pero sus tareas domésticas son más recordadas que su rol en la revolución donde ideó varios planes para derrocar al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros.

Guadalupe Cuenca es otra, quizás la menos nombrada por su agudo sentido de la estrategia. Era pareja de Mariano Moreno y supo escribirle cientos de cartas que nunca llegaron a destino. Sus misivas develan la actividad de estas mujeres, cómo estaban involucradas en los asuntos de Buenos Aires. Relataba los hechos y los analizaba con minuciosidad. “Una estratega brillante que influyó de forma inestimable en Mariano Moreno”, reza el hilo de Twitter.

En foto, Guadalupe Cuenca.

Mujeres

A Remedios del Valle le decían “parda” según el sistema de castas de la época por ser afrodescendiente. Marchó con el Ejército del Alto Perú, junto a su marido e hijos. Participó en varias batallas y se ganó el mote de “madre de la Patria” por salvar numerosas vidas.

Juana es la más reconocida, ocupa un lugar en la nueva familia de billetes de la presidencia de Alberto Fernández. Junto a su compañero, Manuel Ascencio Padilla, se unió a numerosos ejércitos, entre ellos, el Ejército del Norte. Supo reclutar ejércitos, comandó tropas, colaboró con Martín de Güemes, hizo posible la liberación de Arequipa, Cusco, La Paz y Puno. Entre sus soldados se destacan “Las Amazonas”, un grupo que reunía a diversas mujeres movilizadas para la liberación del pueblo. Murió en el olvido y en la pobreza a sus 82 años de edad.

En foto, Mariquita Sánchez de Thompson.

Macacha Güemes, hermana de Martín de Güemes, determinante en la historia. Curiosamente se encargaba de coordinar tareas de espionaje para ayudar a los “Infernales”. Su hermano fue gobernador de Salta y mientras él se encontraba en la guerra, ella tomaba las riendas del gobierno. Fue muy respetada, incluso por los opositores unitarios.

María Eusebia Segovia, Juana Pavón, Melchora Sarratea y María Ana Perichón, son las otras mujeres, algunas esclavas, y aun sin tener nada su aporte es el menos difundido. Dedicaron sus servicios, en especial en la cocina y enfermería para la causa revolucionaria.

La prueba

Hay un solo documento firmado por un grupo de mujeres. Según los registros, se trata de una carta enviada el 30 de mayo de 1812 al Primer Triunvirato.

“Excelentísimo señor:

La causa de la humanidad, con la que está íntimamente enlazada la gloria de la patria y la felicidad de las generaciones, debe forzosamente interesar con una vehemencia apasionada a las madres, hijas y esposas que suscriben.

Destinadas por la naturaleza y por las leyes a vivir una vida retraída y sedentaria, no pueden desplegar su patriotismo con el esplendor de los héroes de los campos de batalla (…). Las suscriptoras tienen el honor de presentar a V.E. la suma que destinan al pago de fusiles (…). Cuando el alborozo público lleve hasta el seno de las familias la nueva de una victoria, podrán decir en la exaltación de su entusiasmo Yo armé el brazo de ese valiente que aseguró su gloria y nuestra libertad. Dominadas por esa ambición honrosa, suplican las suscriptoras a V.E., se sirva mandar a grabar sus nombres en los fusiles que costean (…).

Firman: Tomasa de la Quintana, Remedios de Escalada, Nieves de Escalada, María de la Quintana, María Eugenia de Escalada, Ramona Esquivel y Aldao, María S. de Thompson, Petrona Cárdenas, Rufina de Orma, Isabel Calvimontes de Agrelo, María de la Encarnación Andonaegui, Magdalena Castro, Ángela Castelli de Irgazábal, Carmen Quintanilla de Alvear”.

Lo interesante de esta misiva es que demuestra no solo el aporte de las mujeres para la compra de fusiles, esenciales en una revolución, sino también cierta red familiar que sostenía la política. Para muchas historiadoras, la unidad de estas mujeres fue la comunión de los hombres.