El Jakapil Kaniukura, una nueva especie de dinosaurio descubierta en la Patagonia se suma a los descubrimientos paleontológicos de la región. En Julio el Meraxes Giga, el carnívoro más grande del continente, había visto la luz. Así, la Patagonia representa un tesoro geográfico para la paleontología.

Por Amira López Giménez


Investigadores de Argentina y España descubrieron restos fósiles del primer dinosaurio acorazado de Sudamérica. Fue en la zona paleontológica conocida como La Buitrera (Desierto de Kokorkom, Patagonia, Argentina). Desde ese punto geográfico, Facundo Riguetti y Sebastián Apesteguía de la Fundación Natural Félix de Azara y Conicet, junto a Xabier Pereda Suberbiola de la Facultad de Ciencia y Tecnología de España, nombraron a esta nueva especie de dinosaurio herbívoro como Jakapil Kaniukura.

Se trata de un honor a las lenguas ancestrales y presentes en la región. Ja-Kapïl se traduce como portador de escudos en Tehuelche, y Kaniukura significa “cresta de piedra” en Mapudungun.

Y es que esta especie nunca antes descubierta pertenece al suborden de dinosaurios tireóforos, es decir, del tipo acorazados. Según la descripción proporcionada por el grupo de investigación, habitaron nuestro planeta desde principios del período Jurásico, hace al menos unos 200 millones de años. Se trata de una nueva especie que representa un linaje de dinosaurios previamente desconocido en Sudamérica.

Reconstrucción de Jakapil kaniukura, el primer dinosaurio tireóforo de su tipo para Argentina y para Sudamérica. Créditos: Mauricio Álvarez y Gabriel Díaz Yanten (paleogdy) para CONICET.

Su rasgo distintivo es la presencia de varias hileras de huesos dérmicos en forma de escudos alrededor de su cuello, lomo y cola, como en los cocodrilos actuales. Otra distinción es que este escudo presenta formas de discos planos en lamayor parte de su cuerpo y en su cuello adquieren formas de puntas en hileras, como una cresta.

Fue descrito como un pequeño dinosaurio herbívoro y bípedo —que se sostiene sobre dos pies o patas para caminar— que tenía brazos cortos, medía un metro y medio y pesaba entre cuatro y siete kilos. Según Riguetti, este descubrimiento amplía el registro fósil conocido en la región y permite conocer al ecosistema prehistórico.

Una década para 200 millones de años

Esto no es nuevo, los primeros huesos fueron hallados en el año 2012. Eran dos huesos “pequeños y misteriosos”. Investigadores, docentes y estudiantes barajaban la posibilidad de que pertenecieran a un cráneo. Recién en el 2014 el rompecabezas tomaba forma. Por entonces, ya habían encontrado la mandíbula y los dientes.

Recreación de Mauricio Álvarez y Gabriel Díaz Yanten (paleogdy) para CONICET.

El trabajo detallado y minucioso fue realizado en diferentes campañas durante el 2020. Al 2022, los expertos pudieron presentar de manera oficial al Jakapil Kaniukura.

“Los dinosaurios tireóforos son muy abundantes en el hemisferio norte, pero el registro fósil de este grupo en el hemisferio sur, y más específicamente en Sudamérica es muy escaso. En la Argentina, los únicos restos que se conocían comprenden materiales muy incompletos, al punto que no permiten reconocer especies novedosas. Tan es así que, tras más de 200 años de historia de la paleontología de vertebrados en la Argentina, Jakapil es el primer dinosaurio acorazado argentino en recibir un nombre”, explicó Apesteguía en la prestigiosa revista Scientific Reports donde publicaron el hallazgo.

Recreación de Mauricio Álvarez y Gabriel Díaz Yanten (paleogdy) para CONICET.

Podría decirse que el paleontólogo Apesteguía es un experto en descubrimientos. Él mismo encontró este resguardo de la historia natural en La Buitrera en 1999 gracias a las crónicas de Friedrich von Huene de 1927. Al día de la fecha, ha descubierto más de 32 especies de animales desconocidos y hoy suma al Jakapil Kaniukura.

Este apasionado por los huesos lleva más de 20 años de trabajo en La Buitrera, aunque su equipo le dice Kokorkom, es decir, “desierto de huesos” en Tehuelche.

Según declaró para el medio Río Negro, el área era un desierto hace 100 millones de años. El paisaje conserva características de antaño y su arena preserva la historia de su vida. Hoy es gobernado desde los acantilados por buitres o jotes. Los mismos lugareños bautizaron al lugar como simplemente La Buitrera y es un área paleontológica de conservación única.

El desierto como cápsula del tiempo

El Kokorkom y sus secretos han sido tapa de revistas de alto impacto como Nature. Sucede que este último hallazgo no es el primero, y tampoco el último. Desde el año 2001, un momento crítico de Argentina donde la crisis económica provocaba estragos y grandes pérdidas, el equipo de estudio de Apesteguía había logrado una pequeña donación del  centro comunal “Club de Leones” para arrancar con la primera expedición en el Kokorkom.

Equipo de estudio de Apesteguía. Créditos CONICET.

Desde entonces, esta especie de desierto escupió de sus entrañas diferentes especies. La mayoría de ellas son consultadas por la ciencia internacional que llega hasta estas latitudes para tomar nota de lo que aquí sucede. Desde la humilde donación del Club Los Leones, el equipo ha descubierto, por ejemplo, a la Najash rionegrina, una serpiente con patas que vivió hace 90 millones de años durante el periodo Cretácico.

Hoy se encuentra expuesta en el museo Carlos Ameghino. El Kokorkom también mostró los primeros restos del Cronopio dentiacutus, un mamífero muy pequeño similar a una ardilla que llegaron a compararla con Scrat, personaje de la cinematografía Era del Hielo. Su cuerpo diminuto y frágil jamás había sido hallado por completo, solo fragmentos que poco aportaban.

Equipo de estudio de Apesteguía. Créditos CONICET.

En el 2004 apareció Buitrerraptor gonzalezorum y una vez más, el equipo fue tapa de Nature. Se trataba del primer carnívoro más pequeño de Sudamérica, pariente de los velocirraptores.

Ahora llegó el descubrimiento de Jakapil Kaniukura y los investigadores piden por apoyo y ayuda. La cultura paleontológica al sur del país es fuerte, pero las numerosas crisis hacen que la ciencia no cumpla el papel de relevancia en la comunidad por falta de fondos y descuidos que ponen en peligro no solo los hallazgos, sino el conocimiento que se puede obtener de ellos. Hoy día, la ajetreada agenda contempla a la ciencia y hasta presenta las posibilidades de continuar explorando, pero el principal apoyo proviene de la comunidad.