En una especie de pesadilla de verano, las temperaturas extremas, las olas de calor y la sequía que atraviesa Europa, ponen en evidencia el rápido avance del calentamiento global. El agua escasea y el entorno geopolítico aúna sus fuerzas para implementar medidas y mitigar los efectos.

Por Amira López Giménez | Fotografías de AFP


Hace más de 30 años que la comunidad científica advierte sobre el impacto del cambio climático. La pesadilla de las consecutivas olas de calor han dejado, tan solo en España y Portugal, un balance de 1055 muertes. Se suma otra decena de hectáreas calcinadas por el fuego en todo el continente, pérdidas cuantiosas de la agricultura, cortes de energía y restricciones urgentes del agua. Pero, según indican los estudios y las numerosas advertencias de la ciencia, esto es tan solo el principio.

Para Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas, el escenario demuestra un “suicidio colectivo”. Sucede que China, Estados Unidos y Europa en general, no recurren a otras formas de energía para evitar que el planeta se siga calentando.

Entre las medidas de castigo a Rusia en el conflicto de Ucrania, la sequía histórica y la falta de capacidad de producir sus propios alimentos y energía, la mayor parte del territorio recurrió al carbón, a pesar de las claras advertencias. “Una barbaridad”, según los científicos, y un claro retroceso para el planeta.

“Esta es de las cuestiones más sólidas de la ciencia climática: las olas de calor en zonas terrestres y en el mar son consecuencia directa del calentamiento planetario. Y por cada aumento de este calentamiento, se espera que [las olas de calor] se vuelvan más frecuentes, más intensas y más duraderas”, predice Valérie Masson-Delmotte, copresidenta del grupo I de los expertos del cambio climático de IPCC para el medio español El País.

Un viejo mensaje

El planeta ya alcanzó 1,1ºC respecto a los niveles preindustriales y lejos está de alcanzar el ambicioso acuerdo de París, pero todavía queda una ventana para mitigar los efectos. Se trata del compromiso efectivo de los países europeos, junto a China y Estados Unidos, en reducir drásticamente las emisiones que afectan a todo el planeta para 2025.

La fecha está a la vuelta de la esquina e implica desenganchar a toda la especie humana de los combustibles fósiles, ¿será posible? La dura realidad es que las personas siguen manejando sus autos, desarrollando sus industrias, desechando basura y consumiendo sin control.

En cuanto a la sequía, Luca Mercalli, presidente de la Sociedad Meteorológica Italiana, dice: “Esta sequía es única en la historia debido a la combinación de dos anomalías: la falta de lluvias y el aumento de las temperaturas, que está directamente relacionado al cambio climático”. Un cuadro que se aplica en varias regiones.

La sequía de los principales ríos de Europa deja al descubierto reliquias de las guerras

El 12 de agosto, el Reino Unido declara el “estado de sequía”. La ola de calor, la cuarta de lo que va de julio y agosto, no solo golpea con dureza al continente, sino que además, su efecto de ola expansiva llega al norte africano.

Las compañías de agua elaboran sucesivos planes de contingencia para combatir la escasez, según consigna la agencia AFP. El césped de los parques en Inglaterra toma un tono amarillento y los suelos se vuelven polvorientos. El valle de Támesis luce el mismo aspecto. Su río se secó y ahora su caudal empieza ocho kilómetros más abajo.

En este país, como en gran parte del viejo continente, está prohibido regar, lavar el auto, llenar la piscina o darse duchas más de una vez al día. La falta de agua potable amenaza con problemas alimenticios y energéticos y al mismo tiempo deja al descubierto los restos de las guerras que azotaron al continente.

En Italia, por ejemplo, el río Po, el más grande y largo del país con unos 650 kilómetros de longitud, solía alimentar a los principales centros industriales. Pero, la extrema sequía puso en juego la producción de verduras, a la energía hidroeléctrica y la pesca.

Los niveles del agua en el Po descendieron hasta mostrar el antiguo esqueleto de la barcaza Zibello. Solía transportar madera durante la Segunda Guerra Mundial y fue hundida en 1943. La historia era conocida, pero nadie había visto antes sus restos ya que, por lo general, los niveles del agua la ocultaban. La extinción de su caudal también llegó a Borgo Virgilio donde puso al descubierto una bomba de 450 kilos que data del mismo periodo.

El río Rin, el transporte pluvial en jaque

El río Rin, un punto clave del comercio de diésel y carbón en Alemania, y para toda Europa, está al borde de su existencia. La sequía amenaza con volver instransitable una de las principales rutas comerciales.

La situación se registra en Kabul, al oeste de Francfort, donde el agua ha descendido hasta 40 centímetros en una sola jornada. Esto afecta al tránsito de las barcazas con mercancía. Ya en el 2018, el transporte fluvial había sido suspendido por más de 100 días hasta que la esperada lluvia le devolvió cierta vida al río. Ya por entonces, los economistas preocupados indicaron que semejante escena podía provocar la caída del PIB alemán.

La fuerte sequía también develó las misteriosas “piedras del hambre” o “Hungersteine”, término alemán utilizado para referenciar estas rocas de antaño con mensajes de sus ancestros que datan del siglo XVII. Resulta que las piedras han sido utilizadas durante siglos para señalar las sequías y advertir los desastres.

Pero no todo es el Rin. Las aguas de los lagos en Berlín, alimentados por el río Spree también disminuyeron lo que llevó a la declaración de estados de emergencia en Alemania.

Agua que no llega

El Observatorio Europeo de la Sequía advirtió que el 47% del territorio europeo se encuentra bajo amenaza. Andrea Toreti, uno de los científicos senior del observatorio continental, calificó a la sequía como la peor de los últimos 500 años.

Pero no es lo peor, las llamas hacia el sureste de Francia han consumido un estimado de 7.400 hectáreas, mientras que las que azotan a Ardéche arrasaron con unas 320. El acumulado del año se estima en unas 40.000 hectáreas solo en Francia. Y más de 27.000 a nivel continente. Lo mismo ocurre en Portugal donde el fuego provocó “daños irreparables” y la desaparición de zonas boscosas vitales, según lamentan desde la asociación ecologista Zero.

En cuanto a la sequía, Francia no tenía registro similar desde 1958. Fue el 5 de agosto (2022) en que el 80% del territorio metropolitano declaró la alerta. Según Christophe Béchu, el ministro de la Transición Ecológica, hay “más de un centenar de municipios en Francia que no tienen agua potable”. Muchos dependen de los camiones cisternas.

En los Países Bajos la alerta nacional por escasez de agua fue declarada en la primera semana de agosto. Bélgica también hace lo suyo por Twitter y alerta “la próxima semana será la más calurosa del 2022”.