El químico cordobés Exequiel di Tofino realizó un estudio sobre el agua que se obtiene de la canilla de cualquier hogar. Este bien natural y crucial para la humanidad ha revelado un excedente de microcistinas, una sustancia química que afecta al cuerpo humano.

Por Amira López Giménez


En Córdoba (Argentina) el lago San Roque provee de agua al 70% del territorio provincial. El 30% restante se alimenta de Los Molinos, otro espejo de agua ubicado al norte de la región, en el departamento de Calamuchita.

El dique fue construido en dos etapas y desde el inicio su historia estuvo marcada por innumerables batallas políticas. Al finalizarlo, por el año 1944, fue considerado la obra de ingeniería más grande de Sudamérica y el embalse de agua más importante del mundo.

Un mérito que no pasó desapercibido para el planeta que admiró el esfuerzo de ingeniería. De hecho, fue pensado para generar el suministro de agua para la ciudad de Córdoba, aportar en el riego de 33 mil hectáreas y producir energía hidráulica.

La ciudad y este espejo de agua posicionaron a Córdoba bajo las luces del desarrollo. Pero, desde la década del 70, incluso antes, quedó en olvido. La falta de mantenimiento y su elevado nivel de eutrofización, esa especie de sopa verde que impera en sus aguas, provocan la contaminación más alarmante de la región.

El verde fluorescente suele aparecer acompañado de altas temperaturas. Gentileza a quien corresponda.

Exequiel di Tofino, quien realizó el estudio junto a otros colegas, es Licenciado en Química, investigador y docente de la Universidad Nacional de Córdoba. Desde el inicio de su carrera ha dedicado sus estudios al agua por considerarla un bien natural y crucial para la vida humana.

Cómo mejorar este recurso es una incógnita constante para el químico. “Las condiciones del agua debemos conocerlas todos, somos responsables de ese bien natural porque la vida depende de eso”, sostiene con firmeza para este medio.

No pasa ni un análisis de química

A mediados de abril y mayo (2022), La Asamblea Permanente de Derechos Humanos le solicitó al Centro de Investigaciones Ambientales, a la UNLP y el CONICET un estudio sobre el agua en la región.

Di Tofino tomó una muestra aleatoria del agua de canilla, la misma que se califica como potable y bebible. El proceso fue custodiado por un escribano público que aseguró el cierre hermético de la muestra que constaba de precintos inviolables.

El análisis realizado aplicó el método de cromatografía líquida (HPLC). Los resultados de los análisis muestran una presencia significativa de microcistinas (toxina contaminante) entre un 1,5 y 1,9 microgramos por litro de agua.

Ese valor, que aparenta ser mínimo, supera con creces los límites establecidos por la OMS (Organización Mundial de la Salud). Para esta institución mundial, si esos números están por encima de 1 (uno) ya es contaminante para la salud humana. También lo es para el Ministerio de Agua, Ambiente y Servicios Públicos de la misma provincia, que lo establece en su Resolución 174/16. El límite es 1 ugr por litro.

Vista aérea del lago San Roque. Gentileza El Doce TV.

“Esta toxina, que libera la microsistis, pertenece a un alga cianófita [alga verdeazulada] presente en el agua de red, en el agua de consumo humano, en el agua que llega a las casas de Córdoba”, enumera Di Tofino.

El meollo se centra en lo acumulativo, no solo para el dique, también para el cuerpo humano. En las personas, a mediano y largo plazo provoca afecciones a nivel gástrico, hepático, afecta al nervio óptico y se extiende en el tiempo con complicaciones más severas, en particular hacia el hígado.

Otro elemento preocupante que arroja el estudio detallado de Di Tofino es que el agua filtrada, es decir, las que venden en botellas con marcas reconocibles, no reduce la presencia de esta toxina en su totalidad. “Es decir, el agua de red presentaba casi el doble de toxinas y el agua filtrada una y media. Por lo tanto, el filtrado no retiene la toxina de manera eficiente”.

También en el aire

Cabe destacar que una considerable parte de la población heredó la idea de no tomar el agua de red, ya que el dique San Roque siempre presentó un elevado nivel eutrofización. Es un proceso natural de las grandes masas hídricas que no reciben un caudal suficiente y donde las algas proliferan sin control. Estas consumen todos los nutrientes a su paso, en especial fosfato y nitrógeno, hasta agotar todas las capacidades.

Pero, así el agua no sea ingerida, la toxina sabe cómo colarse en la piel mediante el agua de ducha o por los alimentos que deben ser higienizados, o por el aire mediante la mucosa. “Estamos expuestos de manera sistemática a la toxina”, sintetiza el químico.

Lago San Roque durante el 2019. Gentileza El Doce TV.

Esa “sopa verde” libera toxinas volátiles. Un ejemplo, es la geosmina. “Es una toxina que le da olor a gamezán al agua, es muy volátil y está presente en el aire y las personas lo incorporan a través de la respiración, la mucosa, la piel, generando intoxicaciones leves hasta agudas”.

Di Tofino advierte que esta microcistina es secretada por un alga, un solo tipo de alga de las tantas que hoy día luce el dique San Roque en su superficie. Lo alarmante es que Los Molinos (la segunda fuente de suministro de agua de la provincia) presenta un deterioro similar y más veloz, “va por el mismo camino pero en menos tiempo”.

Desde la cuenca

La falta de mantenimiento durante décadas puede figurar entre las principales causas. Pero, hay otras provocaciones como la falta de un caudal que oxigene el agua, o algo peor. El exceso de efluentes cloacales de las zonas altas y colindantes terminan en el lago.

“Hay 20 localidades alrededor de la cuenca que vierten al dique sus efluentes cloacales sin tratamientos adecuados. Hay tratamientos, pero son prácticamente inexistentes o insuficientes“.

Otro gran aporte viene de los constantes incendios que sufre la región. Las cenizas que todos los años “lucen” las sierras terminan con mucha facilidad en el lago. “Con las precipitaciones son arrastradas a la cuenca y proveen de fosfato y nitrato, entre otras sustancias, que brindan los nutrientes para la proliferación de algas”.

Imágenes satelitales muestran a la cuenca del Río Suquía que alimenta al San Roque. El recorrido de la Autovía 38 aumenta las cianobacterias del lago San Roque. Autoría de REDUAS, Red Universitaria de Ambiente y Salud.

En la seguidilla de causas por las que el agua esté contaminada aparecen dos grandes figuras de lo que se define como desarrollo: lo inmobiliario y la obra pública. Ambos completan el cuadro caótico de la falta de manejo de basura y residuos tecnológicos, la ausencia de obras cloacales eficientes, la proliferación de vertederos de pilas y metales pesados, entre otras cuestiones que atañen el agua.

“[Todo esto] termina en el lago y hace de la limpieza del agua una tarea más costosa y difícil de aplicar, incluso menos efectiva. Estamos expuestos a un consumo de agua con niveles cada vez más altos de contaminación. Y nuestro cuerpo se adapta y para eso, primero se enferma, lo que reduce nuestra calidad de vida”, advierte el químico.

Ni hervir el agua

Hervir el agua es una forma práctica , eficiente y casera de potabilizarla. Pero, la microcistina es un elemento químico. Di Tofino lo explica mejor:

“Lo que hace el hervor al agua es eliminar bacterias, hongos y parásitos. También elimina al alga, pero, la toxina es una sustancia química, es decir, no es un agente vivo, por lo tanto, lo que hace la temperatura es modificar la estructura molecular de la microcistina. Lo interesante es que, en la mayoría de los compuestos químicos el calor modifica sus estructuras y las toxinas se inactivan. En este caso, la toxina con el calentamiento del agua se vuelve mucho más tóxica de lo que era sin calentar el agua. Por tanto, el hervor sería contraproducente”.

A su vez, los métodos convencionales de potabilización del agua hoy son insuficientes y no alcanzan para inhibir y reducir el tipo de contaminación que tiene el agua. La solución vendría de la mano de ampliar el abanico de opciones para potabilizar el recurso.

Agua, cosa política

Para Di Tofino, los métodos de medición deben contemplar la posibilidad de tipificar exhaustivamente los agentes que presenta el San Roque. “Lo que sucede es que los organismos oficiales no lo quieren hacer porque, o no les interesa, o es algo costoso que requiere de una dedicación significativa”, comparte el químico.

Hace décadas que el ambiente no forma parte de la agenda política inmediata, pero suele convertirse en caballo de batalla. Luciana Echevarría, legisladora por la Nueva Izquierda de la provincia tomó el análisis y realizó la correspondiente denuncia a los gobiernos municipales y provinciales, al ERSEP y Aguas Cordobesas, la cooperativa a cargo de distribuir el agua en la región.

Para Di Tofino, el agua como un bien natural ya es una cuestión política, pero no así partidaria. Hasta ahora, las respuestas de la provincia pasaron por “negar la situación o desconocerla”. Para las autoridades, los sistemas de medición aplicados son eficientes, el agua no está contaminada y es bebible.

Por ejemplo, Aguas Cordobesas sacó un examen basado en el método Elisa y en todos los casos los valores fueron menor a 0,4 ug/l. Al final, para Di Tofino, el problema es que el gobierno niegue el problema. “Y si lo conoce, aun sabiendo que existe el problema, es aún peor porque hay cierto cinismo en el funcionamiento, desinterés no solo sobre los bienes naturales, también sobre las personas a las que representa”.

Por el momento, las denuncias siguen en pie. Mientras tanto, la población toma sus propias medidas de prevención. Y buena parte de la ciudadanía exige que se declare el estado de Emergencia Ambiental para remediar la cuenca de la que se alimentan más de 3 millones de personas.