Se trata de un sistema de trabajo ganadero en armonía con la biodiversidad, sin desmontes y cuidando el agua para la recuperación de suelos. En Argentina, Esteban Gallie con 27.000 hectáreas en la Patagonia profunda, se perfila como el primer ejemplo.

Por Amira López Giménez


La historia de Esteban Gallie, el primer ganadero argentino en la cría equilibrada con el ambiente, se remonta a 1878. Por entonces, su bisabuelo Juan Hamilton había llegado a las Islas Malvinas contratado como ovejero. En 1883 decidió cruzar la Cordillera de los Andes hacia Chile. Solo le llevo unos años para regresar a Argentina y establecerse como un productor en Morro Chico, Santa Cruz.

Hoy, como su bisnieto, Esteban Gallie continúa una herencia familiar pero renovada. Su modo de hacer ganadería incluye el cuidado del agua, los pastizales, la biodiversidad. Sus ovejas están asociadas al bosque nativo y lo hace con el simple pretexto de llevar adelante lo que se conoce como Manejo de Bosques con Ganadería Integrada (MBGI).

La MBGI se plantea como la alternativa de producción en Argentina desde el año 2015. Por entonces, la ampliación de la frontera agraria se traducía en el desmonte de la escasa cobertura arbórea, una seria intervención de los ecosistemas naturales.

Esteban Gallie, productor de lana sustentable en la Patagonia.

El panorama de la producción ganadera, una de las principales actividades del país, se complementa con la fragmentación del paisaje forestal, la pérdida de hábitat de la fauna y la exposición de los suelos a la alta erosión hídrica y eólica. 

Hablamos de modelos tradicionales, pero ineficientes. El costo de la tradición es alto en términos energéticos. “En muchos casos no existe control de los componentes del sistema, ni monitoreo de las prácticas aplicadas”, indican desde la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Un dato no menor es que, el desmonte y la siembra de pastura está prohibida en el 80% de los bosques argentinos. En particular, aquellos categorizados como de alto y medio valor de conservación (OTBN Cat. I y II).

Más allá de lo tradicional

Las prácticas aún prevalecen, pero Esteban Gallie se postula como un ejemplo de producción en armonía con el entorno. Un favor en la lucha para detener el cambio climático.

Con un poco más de 50 años de edad, Gallie dirige Morro Chico para convertirlo en un campo modelo. Se trata de 27.000 hectáreas pobladas por ovejas y vacas en la Patagonia profunda, casi al límite con Chile.

Ovejas en Morro Chico, Patagonia.

Según compartió en medios nacionales, su padre solía decirle: “Ves, acá esta sobrepastoreada, los animales han comido de más y el suelo sufre, hay que tener cuidado”.

En los últimos años, un grupo de productores argentinos terminó de animar a Gallie para lanzarse a este modelo de producción que arrancó en el 2011. Con los escasos potreros que contaba, comenzó a rotar los animales para que los pastizales descansaran con una adecuada distribución de agua, provenientes de pozos propios.

A su vez, los humedales de las tierras bajas, también conocidos como mallines, fueron alambrados para su preservación. En algunos sectores colocó jaulas para observar la evolución del pasto sin ser consumido por sus animales. 

Las aves vuelven a los mallines o humedales de la Patagonia tras su preservación y cuidado.

Otra innovación fue la inclusión de los conocimientos de Marcos Giménez Zapiola, el especialista en bienestar animal. Brindó una capacitación intensiva para toda la región, incluso para los campos vecinos.

“Cada año miden el índice de salud del pastizal y este verano que pasó colocaron 1250 protectores de renovables en zonas donde el bosque estaba degradado”, comenta Gallie para la Nación.

El regreso al origen

Para iniciar debió recortar el número de cabezas de ganado con los años. Pues, el exceso de animales en un terreno no es favorable a los principios del MBGI.

En su momento, había 12.00 ovejas y 700 vacas madres, un número que colapsa al sistema de trabajo. Hoy, con 8500 ovinos de esquila y 600 vacas para cría y recría, los campos se volvieron saludables, y los pastizales recuperaron su estado original. Un punto a favor para los suelos.

Esteban Gallie posa junto a las ovejas de las cuales se obtiene lana responsable.

Los beneficios de tomarse la tarea de cuidar son varios. Entre ellos figura el plus económico de brindar al mercado lana saludable con una certificación RWS (Estándar de Lana Responsable).

El futuro es aún más prometedor. En este momento, se encuentra trabajando con el Ecological Outcome Verification, un protocolo que mide la salud del suelo. La idea es aplicarlo en sus tierras, donde trabaja en la detección de lugares con erosión y busca los modos de tratarlo.

La energía solar, otra aliada en el MBGI.

“Me encantaría generar ingresos proporcionando servicios ecosistémicos y lana de calidad, promoviendo el bienestar animal, la responsabilidad social y la protección del medio ambiente”, confiesa durante el evento de la FAO en el Día Mundial de la Alimentación, el pasado 13 de octubre.

Hoy, en Morro Chico, Esteban ha recuperado la riqueza natural de la zona, y su granja se ha convertido en un sitio piloto de Manejo Forestal con Ganadería Integrada, así como en un centro de formación para todos aquellos interesados en la materia.


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Fuente y fotografías de FAO. Textos de Amira López Giménez.