La COP 15 finalizó con la firma de 196 países para un acuerdo que se estima como histórico en materia de protección de la biodiversidad del planeta, pero la gran pregunta es ¿lo van a hacer?


La Conferencia de Naciones Unidas sobre la Biodiversidad en Montreal (COP 15) acaba de terminar. Es sabido que sus reuniones y posteriores acuerdos no llegan a ser sostenibles en el tiempo, a pesar de que los acuerdos estén firmados de puño y letra.

Esta COP se dedica con exclusividad a la biodiversidad. Las metas fueron fijadas para el 2030, año que se considera clave para desacelerar el cambio climático, aunque hasta ahora no se ha hecho más que “poner el pie sobre el acelerador”, en palabras de A. Guterres, secretario general de la ONU.

En esta ocasión, los países firmantes se comprometen a proteger al menos el 30 % de las superficies en tierra y mar para preservar la biodiversidad. Hasta el 2022 solo estuvieron protegidos el 17 % de las áreas terrestres y el 10 % del océano.

También buscan garantizar zonas de agricultura, silvicultura y pesca con gestiones sustentables. La idea es incrementar las prácticas respetuosas con la naturaleza y el entorno y restaurar, asimismo, el 30% de los ecosistemas ya degradados.

Hace diez años fue lo mismo

Para el conservacionista O´Donnell el acuerdo es histórico por la escala global del compromiso en esto de “evitar el colapso de la biodiversidad”. Además, según el especialista, la humanidad aún se encuentra en un periodo de tiempo donde puede marcarse la diferencia.

El acuerdo alcanzado en horas de la madrugada es un abanico de medidas no solo para el 2030, también para el 2050. Para la primera fecha se busca aproximar a 0 (cero) las pérdidas del ecosistema respetando los derechos de los pueblos y comunidades locales. Son 23 medidas u objetivos.

Río Paraná, Argentina. Fotografías vía BBC, gentileza a quien corresponda.

Huang Runqiu, ministro de Ambiente de China y principal coordinador de la COP 15, felicitó a las partes por el acuerdo alcanzado. Un poco irónico, más si se considera que China emite el 32 % del CO2. De todos modos, el ministro detalló que se movilizarán hasta 200 000 millones de dólares por año para alcanzar las metas, los cuales deben ser recaudados.

Según Andrew Deutz, director de política global, instituciones y financiación de la conservación de The Nature Conservance, el nuevo acuerdo “contiene algunas señales sólidas sobre finanzas y biodiversidad, pero no logra avanzar más allá de los objetivos de hace 10 años en términos de abordar los impulsores de la pérdida de biodiversidad en sectores productivos como la agricultura, la pesca y la infraestructura y, por lo tanto, aún corre el riesgo de no ser completamente transformador”.

2022, no es ejemplo de nada

Si se pone bajo la lupa, el 2022 fue signado por olas de calor que se cobraron varias vidas, sequías extremas, incendios forestales fuera de control e inundaciones. Estos fenómenos afectaron con gravedad las zonas más vulnerables. En Pakistán, por ejemplo, las inundaciones desplazaron a casi 8 millones de personas.

Más cerca en la geografía, el cambio climático también es un peligro para América Latina. La extrema sequía en el sur del Amazonas dio como resultado una escasez general de agua que llegó hasta el río Paraná.

Río Paraná, Argentina. Fotografías vía BBC, gentileza a quien corresponda.

A principios de diciembre 2022, en Argentina, la Mesa Nacional de Monitoreo de Sequías elaboró un mapa que detalla a 163.612.154 millones de hectáreas bajo condiciones preocupantes de sequía. Esto afecta a las provincias de mayor producción de alimentos. El norte de Buenos Aires y el sur de Córdoba y Santa fe, son las zonas geográficas más complicadas.

Ni hablar de Entre Ríos que a principios de año sufrió una crisis hídrica nunca antes vista en al menos 66 años de desarrollo. La falta de lluvias y las olas de calor de calor provocaron efectos “devastadores”, en términos de la Bolsa de Cereales entrerriana.

No se trata solo de cultivos pulverizados bajo los rayos del sol, también de animales que quedan sin pasto ni agua. Ante este escenario, las empresas ganaderas agotaron sus reservas de alfalfa y debieron observar una caída gradual de las condiciones corporales del ganado.

Río Paraná, Argentina. Fotografías vía BBC, gentileza a quien corresponda.

La humedad reservada en el suelo no alcanza para cubrir las necesidades de las producciones de maíz, por ejemplo. Aunque se espera que la lluvia sea un alivio, las altas temperaturas y el exceso de deforestación hacen que no se retenga la humedad y lo poco que le queda por ofrecer la naturaleza se evapora más rápido aún.

Al otro extremo del país, hacia el sur, las fuertes heladas y los granizos más peligrosos no dan respiro. La producción frutihortícola se ve amenazada y es probable que la pera de todos los años no sea la misma.

En América

Chile, al otro lado de la cordillera sudamericana, es otro ejemplo de sequía extrema. Para Pablo Luis Peri, argentino integrante del capítulo “Centroamérica y Sudamérica” del informe “Impactos, adaptación y vulnerabilidad” del IPCC (grupo de expertos que estudian el cambio climático y sus posibles consecuencias), la degradación de los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad son base de los riesgos emergentes en la región americana.

Según los expertos y el reporte “las áreas de mayor impacto observado son los arrecifes de coral, los sistemas de montaña que dependen de los glaciares y los bosques húmedos que han estado sujetos a sequías prolongadas, incluyendo el Amazonas”.

Río Paraná, Argentina. Fotografías vía BBC, gentileza a quien corresponda.

Algunos ejemplos de biodiversidad los encontramos en Costa Rica con la extinción del sapo dorado, una especie que dependía de manera vital de la humedad. O bien, la triste reducción de coral en América Central y norte de América del Sur. Y la pérdida de los glaciares en la cordillera que pasó del 30% al 50%.

Para Peri, el cóctel de sequías y olas de calor son la mayor amenaza desde 1998. “Eso resultó en altas tasas de mortalidad de árboles y reducciones en toda la cuenca en cuanto a productividad forestal, convirtiendo áreas de bosques vírgenes de un sumidero de carbono a una fuente de emisión neta de carbono a la atmosfera”, explica Peri en el informe.

No todo es clima

La otra variante del caos climático son los impactos sociales. Al disminuir o variar las precipitaciones, aumenta la escasez de agua. Asimismo, este aspecto provoca inseguridad alimentaria, hambruna y migraciones forzadas. Y así se llega a los refugiados climáticos, algo que puede verse al otro lado del charco, pero que en realidad también sucede en América.

En la parte central del continente los pequeños agricultores dependen del agua de lluvia para sus cultivos y si pierden la cosecha, pierden el medio de subsistencia. Otros son afectados por las inundaciones extremas como consecuencia de la deforestación. El aumento de casos de dengue es otra de las aristas.

La realidad indica que una parte de los países americanos comenzaron a tomar medidas para mitigar el cambio climático. Pero el problema está en la punta del iceberg donde países como China, Estados Unidos, India, Rusia, Japón, Irán y Alemania, entre otros, figuran como mayores emisores de CO2. Pero estos aun no han demostrado un compromiso firme aplicando políticas y regulando empresas, más bien, patrocinan reuniones.

Fuentes: ONU y DW.