El golpe de estado de 1976 ocultó el terror y la muerte, pero poco se habla del EAAF, el equipo de antropología forense que escarbó en la tierra para develar la verdad. No solo marcaron la historia global en materia de derechos humanos, sino también, en cada lugar donde sus trabajos son requeridos.

Por Amira López Giménez


Argentina, 1984. La fecha es una referencia no solo por el galardonado film que gira en numerosas pantallas, también porque en ese entonces, Clyde Snow pisaba suelo argentino. El viaje había sido largo, desde Texas (Estados Unidos), el antropólogo llegaba junto a seis miembros de la Asociación Americana por el Avance de la Ciencia, pero no imaginaba que sería el puntapié inicial a la antropología forense más avanzada del planeta y también la más joven.

Convocado por Abuelas de Plaza de Mayo y la CONADEP, Snow ingresaba al país. No sabía ni una palabra en español, pero podía hacer hablar a los huesos. Para este investigador, los restos de una vida no olvidan, contienen testimonios silenciosos a la espera de ser desenterrados.

Tras su llegada, el antropólogo texano intentó que los forenses argentinos lo ayudaran con las exhumaciones, pero no tuvo suerte. Los profesionales no iban, entonces, la historia cuenta que decidió convocar a estudiantes.

Un bar de hotel en Buenos Aires sería suficiente para proponerles a los jóvenes armar un equipo de trabajo. El ultimátum fue: “tienen 24 horas para responder”, los tiempos apremiaban.

Al día siguiente cinco jóvenes que apenas tenían las primeros encuentros con sus carreras, aceptaban la idea de Snow como un desafío estudiantil. Dos años más tarde nacía EAAF.

EAAF: una historia que comienza

Patricia Bernardi, Mercedes Doretti, Luis Fondebrider y Morris Tidball Binz, lo recuerdan como el antiprofesor, lo que no se esperaría nunca de un docente. Botas y sombrero así hiciera calor, gran bebedor y fumador, ya sea en cigarrillos, pipa o tabaco suelto.

Snow tenía un largo recorrido. Había trabajado en los restos del “Angel de la muerte”, Josef Mengele, médico de Auschwitz hallado en Brasil 30 años después. También supo analizar los restos de JF Kennedy, y más tarde haría lo mismo con las fosas comunes de kurdos en Irak, testificaría contra Saddam Hussein como así lo había hecho en Argentina durante 1984, el primer juicio a la Junta.

Snow durante excavaciones internacionales. Gentileza registro de EAAF.

Se decidió a instruir al pequeño grupo con servilletas de papel en aquel bar de hotel. Era la primera vez que un grupo decidía buscar pruebas del Terrorismo de Estado, el desafío era enorme.

“Me acuerdo de estar cavando, mirar hacia arriba y observar las botas de los militares que estaban allí, mirando lo que estábamos haciendo y pensar ‘Dios mío, dónde nos metimos”. Patricia Bernardi en BBC.

EAAF: el primer reconocimiento y el primer juicio

Snow no confiaba en los sepultureros que podían mezclar restos óseos y mecánicos en una sola palada. Para él, a los huesos había que saber levantarlos. Así que en el invierno del ’84, estos cinco jóvenes se presentaron en las puertas del cementerio de Avellaneda armados con un par de palas, estacas, cepillos y carpetas para tomar notas.

Solo pensaban que era una simple excavación, un poco más que una práctica. Pero alrededor todo era tinieblas. El frágil regreso de la democracia no le aseguraba a este incipiente grupo que los militares no volvieran a tomar el poder, y claro, ser los próximos desparecidos.

La primera vez excavaron sin buenos resultados. Pero en 1985 lograron identificaron los restos de Liliana Carmen Pereyra de 21 años de edad. Al momento de su desaparición, el 15 de octubre de 1977, tenía cinco meses de embarazo.

Snow falleció durante el 2014, en Oklahoma, Estados Unidos. Gentileza a quien corresponda.

Estos resultados se presentaron en el Juicio de las Juntas, donde Clyde Snow testificó contra las violaciones masivas a los derechos humanos, un juicio que aun es un completo modelo en su género.

EAAF: cuando los huesos son más humanos

Hoy, al igual que en sus inicios, el EAAF es una organización científica, no gubernamental y sin fines de lucro. Siempre supieron que su trabajo debía ser interdisciplinario, una mezcla precisa de antropología, arqueología, genética, informática y ciencias forenses.

El mundo reconoce su trabajo, no solo por sus resultados e innovaciones técnicas, también por el valor en lo que hacen. Para Fondebrider, el equipo siempre intentó demostrar que la ciencia “no es algo lejano que se hace en un laboratorio, sino que también se puede hacer con la gente.”

EAAF en Islas Malvinas donde identificaron 122 tumbas anónimas. Gentileza EAAF.

Para el equipo fue difícil ganarse la confianza. Al principio las personas los criticaban sin piedad. Por ser jóvenes, por vestirse de otra forma, por andar todos juntos revolviendo la tierra en busca de materiales genéticos que permitieran encontrar un indicio de quién fue esa persona, cuál fue su historia.

“No importa si estás en Argentina, en El Salvador o en el Congo, vos tenés que tener claro que te vas a enfrentar a una familia, y que en 20 minutos a solas con los restos y con ellos, les vas a decir lo que ellos se llevan preguntando durante 20 años”, Patricia Bernardi para BBC.

Antropología forense: devolverle la identidad a un esqueleto

Reconocer los restos, diferenciar cada hueso muchas veces depositados en fosas comunes, es devolverle la identidad, la historia, a una caja que antes era un número y ahora es un padre, una madre, un hermano o hermana, un amigo.

Es el punto aparte a los años de preguntas, es cerrar el duelo. Los reencuentros con los restos, así sea un fémur, aun sorprende al equipo que recorre el mundo recuperando verdades.

El EAAF realizó misiones en unos 30 países a lo largo de América, Asia, África y Europa. Gentileza registro de EAAF.

“En los últimos años me impactó lo de sacarse fotos”, dice la antropóloga Bernardi. Es que en muchas ocasiones los militares se llevaron hasta las fotografías con vida de la víctima. Ya no hay registros, y algunas personas consideran que es lo único que queda, aunque sean solo huesos.

La relación con las familias es el sello del EAAF. No solo excavan, también entregan los restos y ponen el hombro para las emociones de los familiares que surgen entre las paredes de sus laboratorios.

EAAF: un recorrido con casi cuatro décadas

39 años han pasado desde entonces y el equipo ha llegado a participar de muchos casos resonantes en todo el mundo. Desde los restos del “Che” Guevara en una tumba secreta en Bolivia, los cuerpos del poeta Pablo Neruda y el ex presidente chileno Salvador Allende.

También lucieron la identificación récord de 122 tumbas anónimas en el cementerio Darwin de Islas Malvinas, o los 150 cuerpos del cementerio Avellaneda, la muerte de los 11 diputados de Colombia. El reconocimiento de Azucena Villaflor (fundadora de Madres de Plaza de Mayo), hasta los más recientes en la historia como Carlos Menem Jr., Marcelo German y Santiago Maldonado.

EAAF trabajando en Arsenal Miguel de Azcuénaga, Tucumán, Argentina. Gentileza registro de EAAF.

Hoy el EAAF está integrado por un promedio de 70 profesionales. Tienen su sede en el edificio principal del predio de la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), un laboratorio genético en Córdoba, y dos oficinas, una en México y otra en New York.

Este equipo de profesionales argentinos trabajó en más de 60 países con víctimas de desapariciones forzadas, violencia étnica, política, institucional, de género y religiosa; desparecidos actuales, trata de personas, crimen organizado, procesos migratorios, guerras y conflictos armados, accidentes y catástrofes.

Los tribunales internacionales, la comitivas por la verdad, las ONGs que buscan personas desaparecidas, son el tipo de entidades de distintos puntos geográficos que solicitan su trabajo.