Somos plástico
El plástico se elabora desde la década del ’50, pero ya en los ’70 se detecta por primera vez la presencia del microplástico. Hoy, diversos estudios revelan su carácter omnipresente. Esta en la sangre, en la comida, en el agua, en el aire. Ante el panorama, buscan construir leyes que preserven la salud humana y generen un mundo sustentable.
Por Amira López Giménez
“Ahora hemos demostrado que nuestro torrente sanguíneo, nuestro río de la vida por así decirlo, tiene plástico”, asegura Heather Leslie junto a Marja Lamoree desde la Universidad Libre de Ámsterdam (Vrije Universiteit). Su estudio con fecha del 24 de marzo del 2022, se posiciona como la primera investigación en demostrar la presencia del microplástico en la sangre de las personas.
El informe analiza la presencia de cinco polímeros diferentes, pero componentes básicos del plástico en la sangre de 22 donantes anónimos. Los resultados impactan al público. La presencia plástica asciende a 1,6 microgramos por mililitro (una cucharada de té).
Las conclusiones señalan que el microplástico es absorbido por el cuerpo en actividades cotidianas. Tomar agua del grifo, utilizar productos de higiene personal con microesferas, o simplemente comer animales, son algunas de las vías señaladas. De todos modos, aún no se explican cómo llega a la sangre u a otros órganos, ni cuáles son las consecuencias en el cuerpo humano.
Los tipos de plástico encontrados son el tereftalato de polietileno (PET), polietileno, polimetilmetacrilato y los polímeros de estireno. Lógicamente, son los más utilizados en los procesos de fabricación desde la década del ’50.
0,5 milímetros
Ese es el parámetro para distinguir esta degradación del plástico. Es sencillo y económico de producir, sin embargo, una simple botella de agua puede tardar hasta mil años en degradarse. Los monitoreos marinos estiman que cerca de 12 mil millones de toneladas de plástico terminan en los océanos cada año.
Existe una gran variedad de fuentes para el microplásticos, pero la ropa es la principal. Le siguen los neumáticos y productos cosméticos y de higiene personal (como shampoo, detergentes, etc.)
Según un informe de la ONU se pueden dividir en dos categorías, primarios y secundarios. Microplásticos primarios son las partículas lanzadas directamente al ambiente. Un ejemplo es el lavado durante la producción de la ropa sintética que produce el 35% de microplásticos en la actualidad. A su vez, representa entre el 15 y el 31% de este componente en los océanos.
Los secundarios se generan mediante la degradación de grandes objetos como bolsas, telas, redes de pesca, y son un peligro mayor porque representan entre el 69% y el 81% de los microplásticos presentes en el agua marina.
Plástico hasta en Antártida
“Grandes cantidades de plásticos son degradados en los océanos, a través de la radiación solar, en pequeñas partículas llamadas microplásticos. A causa de la circulación propia de la atmósfera, pueden recorrer enormes distancias y terminar en otros rincones del planeta”, indica Alfredo Costa, Doctor en Ciencias de la Atmósfera y estudiante doctoral del IAA (Instituto Argentino Antártico) para Con Texto.
Ya por el 2017 la ONU declaraba que había 51.000 millones de estas partículas en el agua del mar. Las mismas son ingeridas por animales que luego terminan en la mesa de las personas a través de la cadena alimenticia. Sin embargo, los registros de este componente antropógeno se remonta a 1970, cuando fue detectado por primera vez.
“Distintos estudios demuestran que el microplástico está presente en los lugares más recónditos del planeta, como el círculo Polar Ártico o el Everest. Pero también en los estómagos de los animales, principalmente los marinos”, corrobora Costa.
Sostiene que su estudio aún se encuentra en la etapa de desarrollo. Pero, no solo pretende medir el microplástico presente en el aire. “Este estudio intentará medir diversos componentes que creemos, pueden estar presente en la atmósfera antártica, principalmente los microplásticos. También mediremos otros componentes derivados de la actividad antropogénica y el polen”, sostiene.
Argentina: pionera en la lucha
La crisis global por la contaminación plástica configura la necesidad de las acciones conjuntas entre países. En este sentido, Argentina representa una de las primeras naciones en crear instrumentos jurídicos para enfrentar esta amenaza a la salud pública y transitar a una economía circular.
La ley que prohíbe la incorporación de microplásticos añadidos en productos cosméticos y de higiene realiza un aporte relevante en materia ambiental y a nivel latinoamericano. La normativa refiere a productos cosméticos (exfoliantes, productos del cabello con derivados de petróleo y silicona) y de higiene oral (cepillos de dientes, hilos dentales, dentífricos con derivados plásticos, entre otros) y deberá regir a finales del 2022.
No obstante, el país ya forma parte del impulso jurídico y global en la toma de acciones que deberán completarse hacia fines de 2024. Así lo determina la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA-5.2). El acuerdo dictamina que los países, y así el sector privado y los consumidores, deberán hacerse responsable del plástico contaminante.
Desde la Nación afirman que una serie de firmas y peticiones sumadas a la presión social lleva a plantear este nuevo escenario de compromiso. Según una encuesta ejecutada por la Organización Mundial de Conservación (WWF, por sus siglas en inglés) 9 de cada 10 personas argentinas subrayaron la relevancia del acuerdo global.
Los resultados de la encuesta son interesantes. Por ejemplo, el 85% de los participantes piensa que los fabricantes deberían ser responsables de reducir, reutilizar y reciclar los envases de plástico. Mientras tanto, al 84% le gustaría poder comprar productos que utilicen la menor cantidad posible de envases plásticos.
Asimismo, los acuerdos recalcan la necesidad de avanzar con mayor rapidez. La crisis global por el plástico llegó para quedarse y se suma el calentamiento global. El cambio de consumo, de producción y de sustentabilidad económica se hacen latentes.